sábado, 23 de febrero de 2013

El reto del Papa

En enero de 2004 la Academia Católica en Baviera reunió al entonces cardenal Joseph Ratzinger, mucho antes de ser el Papa de la Iglesia Católica, con el filósofo Jürgen Habermas, uno de los pensadores señeros de nuestro tiempo. Ambos son hombres de enorme influencia intelectual en dos muy distintos ámbitos: la teología católica y el mundo intelectual de corte liberal. Ambos alemanes de la generación que vivió la Segunda Guerra Mundial. Los dos profesores con obras con visiones encontradas que en esa ocasión ofrecieron su visión respecto a la las relaciones entre la razón y la fe, y entre la religión y la política a comienzos del siglo XXI. En uno de los pasajes de este dialogo se aborda quizá el tema recurrente en las preocupaciones intelectuales de Benedicto XVI: el relativismo moral que se expande en la civilización occidental de la mano del pensamiento liberal y democrático, de la mano de autores como Norberto Bobbio, John Rawls o Jacques Derrida. Ratzinger defiende la noción de derecho natural, es decir, de una ley cuyo fundamento no es un razonamiento o el resultado de un debate sino que se deriva de una esencia de origen divino y revelada a los hombres. Al sostener esta posición se enfrenta al desafío de hacerlo sin exigir que todos los demás participen de sus creencias. La cuestión es definir si los valores firmes derivan de la voluntad, de los pactos humanos o si derivan de un orden superior. Para Ratzinger hay valores que se sostienen por sí mismos, sin necesidad de argumentos o consensos, por lo que no es sensato postrarse ante el fetiche del yo moderno ni el de sus mayorías. Estas no siempre tienen razón, dijo el cardenal. Sin embrago el pensamiento liberal sostiene la primacía de la libertad individual. Para Ratzinger es obvio que el laicicismo de hoy domina el actual panorama espiritual. Pero sostiene que razón y fe son complementarias antes que enemigas. Ahora que ha renunciado al papado seguramente se mantiene en pie de lucha. Probablemente, la lucha a la que se refirió en su homilía del miércoles de ceniza, tiene que ver con las ideas encontradas sobre lo que la iglesia debe hacer en este mundo que confronta a cada momento la razón y la fe. La visión ecuménica se enfrenta a otra mucho más cerrada a admitir la diversidad, que puede llegar a suponer dejar de la lado visión central de iglesia en el mundo occidental, para asumirse como una opción religiosa más. La elección del nuevo papa dará pistas para saber si hay una apuesta evolutiva u otra que fortalezca la unidad monolítica del pensamiento católico visto como un imperio. La diversidad tolerante, fragmentada del postmodernismo, unida a la tradición democrática que privilegia el acuerdo está tocando las puertas de Roma, Ratzinger está en la puerta.

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