domingo, 27 de julio de 2008

Opinión

crisis alimentaria en México
Luis Salomón

La crisis está oculta por una serie de medidas transitorias, costosas e ineficientes que solo retrasan el impacto social de un aumento de precios de los productos alimenticios en el mundo.
Vivimos en México una situación de emergencia alimentaria que exige que el País construya una política agropecuaria, de la que se carece desde hace muchos años. Somos reactivos a hechos muy graves, y es hora de tomar una actitud constructiva ante estos. Algunos datos son reveladores: se estima que 13.8 por ciento de los mexicanos son pobres alimentarios, lo que representa alrededor de 14.4 millones de personas. Es considerado pobre alimentario quien tiene un ingreso mensual total menor a 810 pesos en el área urbana y menor a 599 en el área rural. Cualquier ingreso inferior a esa cantidad sería insuficiente para adquirir una mínima canasta alimentaria, aun si se destinaran todos los ingresos nada más que a ese propósito. La alimentación continúa siendo el rubro en el que más gastan los hogares mexicanos; el 30% del gasto monetario se dedica a la compra de alimentos, mientras que las familias rurales, destinan el 41 por ciento. A lo largo del año, se han presentado aumentos a diversos productos de la canasta básica. Según datos de la Profeco, los precios de los 42 productos de dicha canasta, aumentaron en los primeros 4 meses del 2008, 6.5 por ciento en promedio, pero al considerar sólo los alimentos de esta, el incremento fue de 8.37 por ciento. Las políticas gubernamentales de los últimos 15 años han agravado la situación, ya que para el Estado mexicano, las cuestiones agropecuarias no son importantes en el desarrollo nacional. La falta de oportunidades en el campo elevó la migración a Estados Unidos de 250 mil a cerca de 500 mil trabajadores del campo en los últimos ocho años. Actualmente, la Población Ocupada en el sector agropecuario representa 13 por ciento del total nacional, mientras que el PIB agropecuario sólo genera 4 por ciento del total. Estos hechos muestran que el campo mexicano carece de rumbo estratégico, y los casos de éxito que tenemos se deben a esfuerzos más o menos aislados o regionales, que contrastan con la creciente pobreza en el medio rural de las zonas más desfavorecidas, que no están solo en Oaxaca o Guerrero, sino aquí mismo en el Norte de Jalisco, en los límites con Michoacán o en Nayarit mismo. Y esto a pesar de que Jalisco es líder en producción de algunos productos. Dicho de otra forma, hay que reconocer que vivimos una crisis y debemos convertirla en oportunidad para voltear los ojos al campo, que debe ser una prioridad estratégica de las políticas de Estado, si dejamos pasar esta coyuntura tendremos problemas no solo económicos sino sociales. La inestabilidad aflora cuando termina la esperanza real. Con un territorio despoblado y sin recursos no habrá quien trabaje la tierra y en consecuencia no habrá quien nos alimente. La construcción de un mundo rural vivo nos atañe también a quienes vivimos en las ciudades.