miércoles, 2 de diciembre de 2009

Banco de México

El período de Guillermo Ortiz como Gobernador del Banco de México está por terminar; el Presidente de la República debe mandar en los próximos días al Senado de la República su propuesta para que sea discutida y en su caso ratificada. La ley establece la posibilidad de la reelección del gobernador actual, o la propuesta de una persona distinta. Dadas las diferencias públicas sostenidas entre Ortiz y el Presidente y el Secretario de Hacienda, Agustín Cásterns, con motivo de la política monetaria y de tasas de interés al inicio de la crisis económica, es predecible la intención de relevarlo por parte del ejecutivo federal. En este sentido se ha deslizado en diversos medios que el candidato para suceder a Ortiz sería precisamente Agustín Cásterns, quién ayer mismo declaró que estaría dispuesto a aceptar el cargo. Sin embargo algunos de los miembros más influyentes del sector privado han expresado su preocupación al respecto, pues consideran que la autonomía del Banco de México quedaría en entredicho, y que en este caso sería un retroceso institucional. Por lo que han levantado su voz en círculos políticos, parlamentarios y en el entorno del Presidente de la República. Ejerciendo una presión que puede precipitar las decisiones, dada la propensión a no recibir este tipo de manifestaciones en la casa de Los Pinos.

La preocupación es aun mayor para algunos analistas económicos de las casas calificadoras de riesgos, en el caso de la sustitución de Casterns por un hombre con un perfíl no identificado con la influyente tecnocracia que ha dominado estas desde la época de Carlos Salinas de Gortari, y de la que forman parte los dos personajes a los que nos referimos. En este grupo está el sucesor natural, el subsecretario Werner, pero está impedido legalmente por haber nacido en el exterior. Así ha surgido la figura del actual secretario de desarrollo social, Ernesto Cordero como uno de los más viables, lo que ha levantado estas reacciones dentro y fuera de México.

Considerando la tendencia que Felipe Calderón ha dejado ver en las propuestas y designaciones que han marcado su gobierno, es claro que prefiere la lealtad política que las consideraciones de desempeño y habilidad técnica; lo que ha alimentado las especulaciones de una tentación de intervenir directamente en el gobierno del Banco Central.

En las entrevistas que concedió el Presidente con motivo de su tercer año en el puesto, expresó que estaba analizando cuidadosamente su decisión, lo que supone que aun debe estar trabajando en medir las consecuencias políticas y económicas de una de las decisiones de política económica más importantes de su gobierno.

Sin duda la independencia del Banco es pieza clave para generar confianza en los inversionistas, sobre todo los extranjeros, y designar a un hombre que reciba consignas desde la presidencia, sería tomado como una mala señal por los mercados y los analistas.

En momentos de crisis económica, la sensatez aconseja no prescindir de un hombre con prestigio internacional y con la experiencia de haber participado activamente en la solución negociada en el exterior a la crisis de 1995. También es prudente mantener al Secretario de Hacienda que debe ahora operar la nueva propuesta de restructuración fiscal que se negocia con la oposición. Optar por un hombre con enfoque político tanto en el Banco como en Hacienda, en medio de la tormenta, puede ser un grave error estratégico.

luis.salomon@me.com