sábado, 14 de febrero de 2015

Quieren acallar la libertad

Una vez más la violencia intenta acallar la voz de la libertad. Como sucedió en Paris, ahora en Copenhague han muerto personas de forma atroz. El límite a la libertad de expresión ha sido siempre un tema esencial desde el punto de vista de la ética como del derecho vigente. Estos hechos replantean el dilema entre el respeto debido a las ideas, creencias y símbolos religiosos que entra en tensión con la libertad para exponer ideas respecto a estos temas. Sin duda que el Islam como religión implica el respeto a muchos principios y formas rituales que de hecho contrastan o chocan con la forma de vida occidental. Pero la más significativa por su importancia central es la representación de sus elementos sagrados. En el caso de la publicación francesa, o ahora con el caricaturista sueco que hace tiempo expusieron imágenes que han resultado ofensivas para algunos musulmanes, es claro que el dilema moral y jurídico se ha resuelto con la óptica occidental del respeto a la libertad individual para exponer las ideas. Pero seguramente quienes no están de acuerdo han resuelto reaccionar de la pero manera posible en términos de convivencia social: matando. La violencia yihadista es esencialmente una guerra. La razón puede ser religiosa, pero la acción es de la más radical intolerancia. La sociedad occidental está construida sobre los pilares del respeto a la dignidad de la persona humana. La sumisión a la ley y la tolerancia son dos fuerzas que soportan todo el andamiaje que nos permite convivir en paz y orden. Los actos que como ayer irrumpen con sangre son llamados al imperio de una verdad única que no ha de ser discutida ni expuesta para debatirse. El peligro de aceptarla supone renunciar a la libertad, a la facultad para dotarnos de leyes formadas por la voluntad de los hombres. Por eso la reacción ante la intolerancia no puede ser otra que la aceptación de lo múltiple, de lo diverso, de lo distinto de forma tal que se le respete con toda dignidad. La diversidad religiosa es un factor que enriquece a las sociedades. Aunque las religiones con más adeptos proponen ideas absolutas o verdades únicas derivadas de lo divino. También es cierto que a lo largo de los siglos, judíos, musulmanes, cristianos y orientales han desarrollado un modelo de convivencia libre que recuerda el espíritu de Toledo o de Córdoba de hace muchos siglos. En todas estas expresiones religiosas y espirituales ha habido siempre muchos que proponen interpretaciones más radicales que otros, como ha habido siempre personas más practicantes de los ritos de otras. Pero en todo caso han de ser las leyes, la justicia y las instituciones las que resuelvan los conflictos que se presentan entre los distintos puntos de vista y las instituciones civiles. Lo que es inaceptable es admitir que la violencia mortal es un camino para establecer o cambiar un orden social. Los hombres libres tenemos derecho y obligación de expresar un rechazo total a quienes pretenden someter por el miedo la dignidad de la persona.