martes, 10 de noviembre de 2009

amenaza paramilitar

Paramilitares en México
Cuando las instituciones fallan los grupos sociales tratan de hacer justicia por propia mano; este es una hecho que se repite a lo largo de la historia. En México las instituciones encargadas de la seguridad y la justicia están muy lejos de cumplir con sus propósitos, su pobre desempeño abrió la puerta a la impunidad, la corrupción y a la tentación de diversos grupos de hacerse justicia por encima de la ley.
El hecho de que Mauricio Fernández anuncie en el marco de su toma de posesión que está dispuesto, como Presidente Municipal del Ayuntamiento más rico de México, a actuar por encima de la ley para combatir al crimen equivale a anunciar que actúa o actuaría con grupos paramilitares que lo respaldan.
No queda clara la intención con la que se hizo semejante anuncio; que puede ir desde la voluntad de ser una suerte de vengador justiciero, hasta la mayor osadía política que le permita visibilidad nacional, o incluso ser la mayor torpeza involuntaria. Sus palabras fueron claras: en su estrategia contra el crimen organizado, utilizará, al margen de la ley y sin importar el alcance de sus facultades, "grupos de limpieza". Grupos de inteligencia, rudos, de elite, civiles, para detener a los delincuentes. Su anuncio de que ha sido muerto uno de los presuntos delincuentes que lo amenazaron, deja ver que el trabajo de los grupos de los hablaba está en marcha. Los hechos en este sentido son preocupantes: la actividad de cuerpos privados de seguridad de elite es el embrión de una actividad sistemática tan engañosa como corrosiva para la sociedad: los grupos de protección paramilitar.
La respuesta del poder público fue tardía, y aun suenan ecos con poca profundidad. No se escucharon las voces graves de los defensores de la democracia y las libertades, sino que imperó el prudente silencio que no compromete. La información causó más escándalo en el exterior y tuvo que ser el propio Presidente Calderón, una semana después, quién hizo el llamado a respetar el estado de derecho, pero nadie se refiere abiertamente al peligro de legitimar de hecho una actividad que no es otra cosa que aplicar justicia por mano propia. Más preocupante es aun que según algunos sondeos publicados la semana anterior (María de las Heras) más de la mitad de los entrevistados a nivel nacional estaban de acuerdo con el proceder del Alcalde Justiciero, lo que pone en evidencia el grado de desesperanza que los ciudadano tienen respecto de la actuación de las instituciones.
Un caldo de cultivo para estimular una idea falaz: la violencia se acabará con más violencia, dejando a la ley de lado. Esto mediante la ilusa idea de la acción enérgica de héroes que salvarán a los ciudadanos con su acción desinteresada.
La amenaza de actuar fuera de la ley sería suficiente para exigir que una representante público renuncie a su cargo, desde el que puede encubrir sus acciones ilícitas. Pero sigue ahí como una muestra de que la desesperación ha generado de hecho la conformación de grupos paramilitares, de grupos de ciudadanos armados y guardias privadas que sirven a industriales, ganaderos, empresarios en una acción silenciosa, discreta, fuera del control de las autoridades. Las declaraciones referidas, son solamente una expresión de esta realidad que ha invadido sin darnos cuenta nuestra vida cotidiana: grupos y servicios de seguridad privada, que venden servicios para protegerse de los secuestros, escoltas, guardaespaldas, automóviles blindados, sin placas y con vidrios polarizados, hombres armados que se muestran a la luz del día, en las principales ciudades del país. Forman ya parte de nuestro paisaje, pero ahora, pueden adquirir una fuerza y legitimidad de hecho que amenacen nuestra democracia.
Es muy grave que bajo la tolerancia de las autoridades, la simpatía de grupos poderosos de la sociedad, esté gestándose la violencia sistemática, como una augurio de que tiempos más convulsos pueden venir.
Es necesario alzar la voz para llamar la atención sobre un hecho que puede salir del control de quienes lo han impulsado, y convertirse en un factor de poder que se articule a intereses de todo tipo, volviéndose en la principal amenaza para quienes los auspiciaron.
Estamos frente a un espejismo. Es tiempo de defender las instituciones y no acabar con ellas.