sábado, 19 de octubre de 2013

Neurociencias

En la historia de nuestra civilización ha sido marcada por periodos de agitación intelectual que hicieron evolucionar nuestra cultura. Uno de los fundamentales fue el surgimiento del pensamiento filosófico en la antigua Grecia, y otro más la expansión del cristianismo y su enorme influjo teológico, moral y político. Para seguir luego con el surgimiento de la modernidad de Descartes y con ella el pensamiento científico sobre el que ha discurrido el desarrollo en los últimos siglos. Ya más cerca, en el siglo XX los científicos de la física como Einstein llegaron a plantear cuestiones filosóficas partiendo de los postulados de la relatividad, la materia, el tiempo y por supuesto las matemáticas. En todos estos periodos ha habido una enorme discusión respecto a la validez o pertinencia de los nuevos postulados: los sofistas en Grecia que cuestionaron, las luchas intelectuales y materiales en torno a la correcta interpretación de los textos sagrados de la Biblia que consumieron siglos e hicieron surgir involuntariamente la diversidad cristiana, y que decir del debate sobre la racionalidad científica capaz de demostrar una realidad constante. Pues ahora parece que estamos en el inicio de una nueva etapa de discusión respecto al papel del órgano esencial de los humanos: el cerebro. Las llamadas neurociencias están tomando un papel central en debates que trascienden el ámbito de la medicina y las ciencias naturales, y que llegan a temas más profundos como cuestionarse si en el cerebro está el alma, para parafrasear el libro de Punzet, o postular una filosofía surgida del análisis del cerebro. Hoy se estudia con detenimiento la relación de la moral con el cerebro, las emociones que determinan conducta y pensamiento. Hay una danza intelectual que aborda temas tan actuales como la posibilidad de condicionar en el hombre sentimientos por la vía de estímulos químicos o magnéticos y con ellos adueñarse no solo de la voluntad, sino incluso de la conciencia de sí mismo. Estamos en un diálogo entre ciencia y filosofía que rozará también temas teológicos. Geogre Berkley sostuvo hace siglos que no había realidad fuera de la mente, porque no todo lo que vemos y oímos es cierto, ahora sabemos que es en el cerebro donde toma forma, como cuando vemos una película o usamos la tecnología para trabajar en una realidad virtual en la red. La neurociencia puede decir que la realidad se engendra en el cerebro. El punto clave de estas investigaciones está en la forma como se comunican dos o más células nerviosas o neuronas, definida como Sinapsis. Ahí se determinan mediante procesos químicos y físicos cuestiones tan apasionantes como los sentimientos, las emociones y por supuesto la razón. El lenguaje que usan las neuronas es eléctrico y con estos estímulos se liberan substancias químicas llamadas neurotrasmisores que activan procesos en la mente, en la percepción, en las emociones. El diálogo entre neurociencia y filosofía no implica que una termine con la otra, pero sí que el debate científico está removiendo el caldo de cultivo de los problemas filosóficos y por tanto hay y habrá seguramente más explicaciones filosóficas que dialoguen con los descubrimientos de la ciencia. Reflexionar respecto a la conciencia, el alma o la moral tomando en cuenta las aportaciones de la neurociencia es una corriente en el mundo que seguramente en los próximos años abonará un debate que puede cambiar incluso nuestra forma de ver al hombre mismo.