sábado, 17 de noviembre de 2012

Guadalajara requiere autoridad de movilidad

Nuestra ciudad tiene un futuro promisorio porque sus habitantes han comenzado a movilizarse en las solución de los problemas vitales. Sobre todo los más jóvenes lo tienen claro lo que quieren: más movilidad colectiva, desincentivo a uso del automóvil en solitario, más movilidad no motorizada y cambio en la aspiración de familia para vivir en espacios en edificios más seguros y funcionales a corta distancia de sus actividades. En términos económicos también podemos hablar de que hay un nuevo mercado de personas con mayor compromiso ecológico y comunitario. Los estudios muestran que las clases medias jóvenes son muy distintas en visión y aspiraciones a la población madura. Ellos son la palanca social que impusará un cambio en la ciudad, pero además poseen una razón moral ineludible porque las nuevas familias ven a la ciudad con otra perspectiva. Por eso las soluciones que se planteen a los problemas como la movilidad, el uso de los espacios públicos, la disposición de la basura, la educación continua y uso de herramientas como la Internet no pueden partir de inercias, sino de una nueva y atrevida perspectiva con soluciones propias que modifiquen los esquemas que se han seguido durante décadas. El ejemplo más reciente del contraste en puntos de vista es el caso del transporte público, cuya estructura funcional ha demostrado su agotamiento. La movilidad urbana implica mucho más que el transporte de personas; supone un factor de calidad de vida y competitividad. Por eso hay que partir de definirla como un servicio público. A la autoridad el corresponde brindarla o concesionarla para otorgar ventajas a los habitantes. Estas se pueden resumir en: el tiempo utilizado para movilizarse, el confort en el servicio, la contaminación que se produce y el costo que se imputa a cada usuario. Lo que tenemos hoy es inaceptable porque es lento, incómodo e inseguro, altamente contaminante y el costo es mucho más alto en proporción para los más débiles económicamente. Por eso, ha llegado la hora de plantearse soluciones de fondo y la primera de todas es asumir la autoridad en el tema. Debe haber una autoridad de la movilidad y el transporte que sea el ente planeador, regulador y supervisor de un servicio público que condiciona la calidad de vida de todas las familias de la ciudad. Esta autoridad es quien debe otorgar o retirar concesiones, en función de los resultados, quién plantee soluciones impositivas al alto consumo de combustible o sanciones a los conductores que infrinjan normas de vialidad. Si no se asume la movilidad como un servicio público que nos afecta a todos seguiremos tomando decisiones aisladas: por una lado se decide la construcción de infraestructura, por otra se opera el transporte público del estado, por la otra operan concesionarios, por otro lado se regula la circulación de vehículos y por otra se crean políticas públicas de planeación y para terminar aislada está la parte de la hacienda pública de la que dependen los proyectos. Guadalajara como ciudad horizontal, que ocupa más de 34 mil hectáreas, con una muy baja densidad en su población exige soluciones. Sus jóvenes comprometidos están alzando la voz, es hora de hacer caso y actuar con la sensatez de quién sabe que el momento de atreverse a dar un salto hacia a delante ha llegado.

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