sábado, 5 de noviembre de 2011

Indignación democrática

Las próximas elecciones están asechadas por la violencia, la inseguridad, el crimen y otros intereses que pueden trastocar nuestra democracia. Esa es la realidad y hay que reconocerla. Hace cuatro días asesinaron al Presidente Municipal de La Piedad Michoacán, hace semanas un diputado federal también fue brutalmente privado de la vida, hace un año fue muerto un candidato a Gobernador en Tamaulipas, hay muchos candidatos amenazados y la violencia política campea de Norte a Sur y de Costa a Costa. Estamos en un proceso electoral extraordinario, en medio de una situación social y política realmente delicada. Es irresponsable minimizar el problema e intentar que la sociedad se “acostumbre” a la violencia política. Si la democracia mexicana está amenazada hay que sumarnos todos en la tarea de defenderla. Para ello hay que fomentar una actitud ciudadana que exprese su indignación con la violencia. Hacer conciencia de que vivimos en la “anormalidad” es el primer paso para mantener un activismo cívico responsable. Los ciudadanos podemos contribuir en ese sentido exigiendo a los partidos políticos transparencia en sus procesos, no solo para que hagan un esfuerzo en seleccionar a sus mejores elementos, sino para blindarse ante la amenaza de ser infiltrados por los criminales. Tenemos derecho a saber puntualmente quienes son y cual es la trayectoria personal de todos los dirigentes y candidatos. Exponerlos es la mejor forma de evitar una guerra sucia que desprestigie aun más a la política. También podemos ejercer presión a los partidos políticos y a las autoridades para que se comprometan a seguir lineamientos éticos en las campañas, que sean verdaderos principios para no involucrar en la lucha electoral cuestiones que destruyan proyectos estratégicos, y sobre todo el prestigio de instituciones y personas. La indiferencia ciudadana ante el deterioro de calidad política es inadmisible. Los ciudadanos educados y comprometidos con México saben bien que si bien es cierto que la democracia mexicana gobierna al país, también lo es que no lo transforma, porque se mantienen condiciones enorme desigualdad. Por eso, difundir el propósito estratégico de todos para dotar de condiciones de dignidad a los más pobres es fundamental, independientemente de ideologías. Porque sin esa plataforma no hay desarrollo, ni prosperidad, ni democracia. Quien cree en la democracia está o debe estar indignado por la desigualdad, la impunidad y la ineficiencia política. Esa indignación democrática es la causa moral que debe sustentar la lucha política de todos, independientemente de partidos e ideologías. Especialmente en esta etapa tan delicada. Porque al fin de cuentas todos queremos una nación igualitaria, ordenada y eficiente. Diferimos, y que bueno que así sea, en la forma de conseguirlo. En los medios y procedimientos para lograr los objetivos. Por eso deben discutirse programas y proyectos en las campañas. Pero nos debe unir el propósito final de tener un México mejor. Ser y hacer mejores ciudadanos comienza por inconformarse con la realidad violenta, injusta e ineficiente que no merecen nuestros hijos. Y comprometernos a defender la paz, la justicia, el orden y la dignidad de los mexicanos todos.

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