sábado, 22 de octubre de 2011

Por qué la democracia está en crisis

Hoy no puede ponerse una frontera nítida y clara entre los asuntos nacionales y los internacionales, ni entre los locales, nacionales y mundiales. Cada vez hay menos decisiones puramente internas de la nación y cada vez más las externas interactúan y afectan la supuesta soberanía nacional. Estamos frente a una realidad que algunos llaman interdependencia y que en realidad es un dominio de decisiones económicas y militares que impactan la vida cotidiana y la democracia de cada nación. El ejemplo de la crisis de Grecia o el impacto de la agitación en el Norte de África dejan claro lo frágil que es el ámbito nacional. Por otra parte las telecomunicaciones y la tecnología se han impuesto como herramientas que someten, no solo por la información, sino sobre todo la forma de vida. La tecnología nos ha vuelto burócratas, somos esclavos de los procesos, de la mejora, de la eficiencia, de la medición. Pero sobre todo del uso de herramientas tecnológicas que uniforman la forma de vida y el consumo. La imposición de una burocracia tecnificada ha hecho florecer un amplio espacio de decisiones que no rinden cuentas y ejercen poder real en la sombra. Por si fuera poco el poder militar, que en el mundo es dominado ampliamente por los Estados Unidos, también se ha transformado en poder tecnológico que asegura el dominio de los ámbitos estratégicos de nuestro tiempo: el espacio de las telecomunicaciones, como el de los mares y cielos por los que desarrolla el comercio mundial. El poder militar ya no necesita dominar territorios si asegura que sólo algunos controlen los vehículos informáticos, satelitales, aéreos, marítimos y logísticos del mundo. El poder militar asegura que las normas prácticamente mundiales que rigen estos ámbitos se respeten. Ese es un nuevo papel estratégico que deja a ejércitos tradicionales el papel del dominio territorial, pero ahora sin afanes de invasión y defensa de fronteras, sino para asegurar que se cumplan reglas tanto nacionales como externas. Estos hechos han derribado las fronteras políticas y golpean la estructura de las decisiones democráticas. Están afectado al ámbito de los ciudadanos que carecen de mecanismos de expresión y participación. Por eso la inconformidad será cada vez más evidente ante la incertidumbre que afecta a la familia y las personas. La democracia nacional, como la mexicana está expuesta a este golpeteo y por tanto cabe plantearse si estamos en el umbral del debate de la democracia cosmopolita, o si es esto es posible. O estamos en un punto en el que los ciudadanos dejarán de ser representados por los partidos para iniciar la formación de nuevas expresiones sociales. El ejemplo de Europa es ahora muy evidente ya que sus mecanismos de participación están siendo afectados por la economía que tiene en un jaque mate a la misma unión, pasando por encima de planes y expectativas de las naciones, sus partidos y sus ciudadanos. Debemos observar con cuidado porque además de los desafíos internos, la democracia mexicana se verá afectada por las olas de la ciudadanización que vienen de fuera.

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