sábado, 22 de noviembre de 2014

Obama ha vuelto

Luego de la estrepitosa derrota demócrata en las elecciones intermedias, el Presidente Obama se decidió a retomar la iniciativa planteando una reforma migratoria. Lo hizo usando facultades que le permiten evitar el paso por el Congreso, lo que de inmediato crispó a los victoriosos republicanos que controlan ambas cámaras. Las opciones del presidente eran, por un lado la acción formal y jurídica y por la otra instar a la movilización y el activismo. Optó por la segunda porque puede significar mayores rendimientos electorales a los demócratas de cara a la próxima elección presidencial. Fue una apuesta que polarizará las posiciones y puede paralizar, aun más, la relación entre el legislativo y el Presidente. Aunque desde su primera campaña nacional Obama llamaba a evitar el bipartidismo radical con palabras como unidad, un solo pueblo con un sueño y la famosa esperanza de todos, la verdad es que con el paso de los años ha aprendido que para lograr acuerdos que permitan esa unidad se requiere del uso de las herramientas de la fuerza, del amago político y la lucha social. Tiene claro, por sus estudios profundos en los derechos civiles de los Estados Unidos, que no es posible la transformación sin la fuerza de la acción social. Aun en los términos conciliadores de la campaña usó las herramientas de la comunicación en Internet para desatar una lucha por un territorio que entonces era inexplorado, y ganó. La formación esencial de Obama es de un conocedor de estas fuerzas sociales y dado que nunca se formó para ser un político, carece de una figura ideal que le limite a actuar desde el cliché de un líder tradicional. Es un provocador capaz de liberar energía social, y lo sabe muy bien, por eso, ahora abre las compuertas de la esperanza de millones de indocumentados en Estados Unidos para volcar su energía en torno a un propósito político. Los republicanos ahora están políticamente contra la pared porque al oponerse a la reforma pueden perder una gran parte del voto latino y de las cada vez más poderosas minorías. Por eso, solo se plantean recurrir al argumento de que el Presidente carece de facultades para actuar, sin entrar, aparentemente en el fondo de la cuestión. Pero la suerte está echada, en Nevada, el estado con más indocumentados, se lanzó a fondo y ha abierto un debate que marcará el cierre de su gestión y la próxima campaña. Los republicanos ya han emprendido acciones contra la reforma de salud y se preparan para dar la batalla con más fuerza desde el Senado y la Cámara de Representantes. Ante ese escenario, podemos decir que el presidente decidió poner fin la etapa del búsqueda de la unidad en Washington para pasar a la argumentación desde la sociedad. Y en ese discurso tiene ventajas, porque cuando hablaba de reconocer el valor de los jóvenes indocumentados que con acento extranjero buscaban estudiar o trabajar para lograr sus sueños, no hablaba de una novela o una historia referida, sino que en el fondo hablaba se sí mismo. No hay que olvidar que al fin de cuentas en Estados Unidos todos tienen una raíz extranjera, pero hay de raíces a raíces y las de Obama están muy claramente impresas en su color de tez, en el origen extranjero de sus padres y abuelos, en su experiencia como estudiante y luego como profesional exitoso que estudió los movimientos de los derechos civiles en su país. Ese Obama liberal, de color, con nombre musulmán, que trabajó en los guetos de Chicago, que sabe bien lo que es ser un desconocido y luego dejar de serlo, se proyectó en sus palabras del jueves en Nevada. Y ese Obama es el que seguramente seguiremos viendo hacia el fin de su mandato, porque ese es el perfil más auténtico que le puede dar más profundidad a su legado como presidente. Obama ha vuelto al ataque luego de perder poder en el Congreso. Ha vuelto a lo que lo hizo ganar: la gente que necesita hacer crecer su esperanza.

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