sábado, 13 de abril de 2013

La reforma del Papa Francisco I

Antes de haber sido electo Papa, el cardenal Bergoglio, en las Congregaciones generales previas al conclave, expuso con claridad lo que piensa. Planteó ante los Cardenales lo que puede un boceto de lo que ahora parece el ideario de una reforma. En aquellas reuniones los Cardenales escuchaban con atención al argentino decir que “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.” En una clara alusión a la necesidad de emprender una reforma de la curia y de algunas de las estructuras de gobierno. Y siguió con más fuerza en una suerte de ejercicio autocrítico señalando que “Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma.” Para luego rematar: “Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico.” Es evidente que el Papa tiene claro que la iglesia pasa por un periodo en el que mira más hacia dentro que hacia la sociedad. Se refiere a una suerte de cerrazón en la que para seguir con sus propias palabras “La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.” Califica luego de mundana a esta iglesia cerrada en la que se vive para darse gloria los unos a otros. Esa que vive en sí, de sí y para sí. Sus palabras cautivaban a los más liberales de los oyentes, preocupaban e incomodaban a otros cuando seguía afirmando que estas ideas deben “dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas.” Sus palabras fueron tan impactantes para algunos que le pidieron su manuscrito para leerlo con más cuidado. Entre ellos el arzobispo de La Habana Jaime Ortega, quién ordenó publicar el manuscrito en la página web de la arquidiócesis. Seguramente estas palabras han resonado en la conciencia de muchos otros y ahora, resonarán más cuando el Papa ha dispuesto un consejo de cardenales para que contribuyan a plantear propuestas de reformas. Los hombres del Papa son Sean Patrick O'Malley, el arzobispo de Boston, un franciscano capuchino, hombre comprometido en la lucha contra la pederastia. Giuseppe Bertello quién fue nuncio en México, y crítico de la obra de Maciel. Reinhard Marx arzobispo de Munich. Además de los cardenales Francisco Javier Errázuriz Ossa, de Santiago de Chile, Oswald Gracias, el arzobispo de Bombay, el de Kinshasa, Laurent Monsengwo Pasinya, el de Sydney, George Pell, y finalmente el de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez. Estos son seguramente hombres de esa periferia y ellos según el Vaticano deberán ayudar al Papa a estudiar un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor bonus”, que regula la competencia de los dicasterios y demás organismos del Vaticano. Ha iniciado la lucha contra ese narcisismo teológico y contra la mundanal forma casi monárquica de gobierno de la institución milenaria. Vientos de cambio soplan allá, habrá que ver si la iglesia mexicana se sabe colocar a la vanguardia o se convierte en resistente.

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