sábado, 3 de septiembre de 2011

en qué fallamos

En qué hemos fallado
Luis Salomón
México se enfrenta a hechos dolorosos que deben hacernos reflexionar. La violencia se ha apoderado de la vida cotidiana de la mayor parte de las comunidades, mientras las instituciones corroídas se debaten por resistir a la corrupción impune. En medio de la confusión, se ha creado un vacío de poder en muchas de estas instituciones, que ha sido llenado por delincuentes que se confunden entre funcionarios, políticos y empresarios. La confusión en los procesos de formación de nuestra juventud, ha hecho prevalecer el criterio de que tener es más importante que ser, y que el objetivo fundamental se sitúa en la obtención de dinero de la forma más rápida posible. En medio de todos nosotros a lo largo de los años se han desarrollado actividades ilícitas. Las hemos visto crecer y en gran medida las autoridades y la propia sociedad las ha tolerado y hasta fomentado. Hemos permitido que se instale entre nosotros el criterio de premiar al tramposo por encima del responsable. La sociedad ha dejado de lado el sentido meritocrático que estimula a los mejores, para enfocarse a la frivolidad expresada en la frase: el que no transa no avanza. Hemos dejado crecer la impunidad en todos los ámbitos de la vida social. El deterioro que vivimos los hemos propiciado todos, aunque son las autoridades las mayores responsables. Las cosas han llegado a un punto tal, que la fuerza de la autoridad ha sido desafiada con violencia y en muchas zonas ha sido rebasada, e incluso substituida. La mayor parte de los más de cuarenta mil muertos que ha dejado la violencia son jóvenes mexicanos que tienen derecho a vivir en paz. Vale la pena preguntarnos porqué muchos de ellos decidieron el camino de la violencia y la ilegalidad. Es momento de preguntarnos que hemos hecho mal los mexicanos para tener esta realidad entre nosotros. Hora de preguntarnos si no hemos sido indiferentes y egoístas al mirar crecer el mal al lado nuestro y hacernos de la vista gorda. Debemos asumir que las autoridades que tenemos son producto y reflejo de la vida social. Esa es nuestra realidad. Ese el tamaño del desafío que tenemos frente a nosotros. La solución no vendrá de ningún caudillo que mediante formulas mágicas transforme la realidad. Vendrá de la conciencia de los ciudadanos que germine una actitud más comprometida con los valores de la libertad y la responsabilidad, que imponga a los funcionarios en turno un sentido parejo y riguroso en la aplicación de la ley. Que establezca parámetros cívicos de valor para nuestra juventud y que exija a los empresarios, políticos y líderes de opinión una autoridad moral en su desempeño. Ha llegado el momento de enfocar el esfuerzo de las organizaciones sociales para plantearnos una verdadera renovación a partir de reconocer que hemos fallado. Con este criterio algunas de ellas comienzan a plantear caminos nuevos que pasen de la protesta a la propuesta. De la especulación a la acción. De la indignación a la decisión. Estamos tocando fondo y debemos actuar en consecuencia.

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