domingo, 26 de octubre de 2014

México pierde cuarenta y tres

Con estas palabras titula la prestigiosa revista New Yorker su artículo de portada en la versión electrónica de estos días. No es poca cosa el significado de estas palabras para la imagen de nuestro País. Es mucho lo que significan dentro y fuera de nuestras fronteras. Para la sociedad mexicana y sus instituciones el hecho es tan indignante que seguramente está marcando un parte aguas en la forma de enfrentar una realidad lacerante en muchas regiones de la Patria. Hasta ahora la situación se mantiene en una fuerte tensión; se ha ido el gobernador, se persigue al alcalde de Iguala, se han detenido a decenas de personas, pero el caso no ha sido resuelto. Ante esta realidad el desgaste es continuo y la presión aumenta en los canales políticos e institucionales, pero también en el clima social. Por eso la actuación de las autoridades federales ha sido especialmente seria, se ha procedido con prudencia y templanza ante una realidad que genera una enorme carga de emociones. Hacia dentro también es una llamada de atención respecto a la situación que guardan muchos municipios pequeños, pobres y alejados, pero que contienen en su territorio actividades de grupos de delincuentes que superan en capacidad de fuego, recursos e influencia social a las fuerzas e instituciones municipales. En el ámbito interno para muchos este es una oportunidad para agitar e intentar que la indignación se convierta en activismo, para otros es un punto de referencia para propiciar una acción coordinada que permita revertir el deterioro de estas instituciones y reduzca la rampante violencia inductora del miedo socialmente paralizante que impera en poblaciones como Iguala. Una de las primeras acciones encaminadas en esta dirección son las indicaciones que han surgido para que las fuerzas armadas se desempeñen con estricto apego a la ley y por ende con escrupuloso respeto a los derechos humanos. Vista desde el exterior la tragedia de Ayotzinapa genera una percepción de falla en la gestión del estado mexicano. El delgado límite que hay entre administrar un caso policiaco complicado a que se trate de mostrar una responsabilidad del estado mismo puede provocar un daño mayor. El asunto es ahora mismo seguido por millones de personas, es materia de muchos hashtags que van y vienen como un oleaje que golpea. Ante tal grado atención interna y externa el caso debe ser atendido y resuelto de forma ejemplar y ha de servir como una muy dolorosa lección para acelerar el paso en la solución del problema estructural más complejo de México: el fortalecimiento del estado de derecho que termine con la impunidad bajo la cual se han criado muchas de las organizaciones criminales que como las que han participado en los hechos del estado de Guerrero. México debe ganar cuarenta y tres estudiantes como símbolos de un sacrificio que debe dar como fruto acciones políticas y de la administración pública para proteger de mejor forma la vida, la integridad y el patrimonio de las personas en libertad.

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