sábado, 10 de agosto de 2013

La madre de las reformas de Enrique Peña Nieto

La reforma en materia de energía que tanto se ha anunciado es la acción más trascendente que se ha propuesto la administración del Presidente Peña. Lo es porque su planteamiento implica también una transformación de las finanzas públicas y puede ser la palanca para un sistema de política social mucho más maduro. Los objetivos de la reforma parecen encaminarse a lograr una baja en costo de la energía, hacer de Pemex una empresa competitiva en el mundo, generar más recursos fiscales que no dependan de los Ingresos de Pemex, y generar un mecanismo de seguros en materia de salud y empleo que beneficien a la población de menores ingresos. Para conseguir estos objetivos la ruta implica terminar con el monopolio y abrir a la competencia y la inversión privada algunos segmentos del proceso de producción, refinación y comercialización de derivados del petróleo y abrir el sector eléctrico para impulsar una mayor y mejor oferta de energía. Implica también alianzas con intereses globales en este campo para aprovechar el gas shale y el petróleo de aguas profundas. También supondría un incremento en la recaudación que solo se puede obtener mediante un ajuste en al IVA que lleve a una tasa única en el país, eliminación de exenciones y hasta un aumento en la tasa, quizá a cambio de bajar el ISR. También implica un nuevo régimen de gobierno de Pemex y CFE en donde se profesionalice su manejo y se rompan las barreras que significan algunas concesiones sindicales. Además implicaría un nuevo sistema fiscal que incorpore a la formalidad a millones de personas que ahora trabajan en el sector informal de la economía, mediante mecanismos que estimulen su afiliación. Por si todo esto fuera poco, se trata de que al mismo tiempo se puedan anunciar un sistema de seguridad médica universal para todos los mexicanos. La reforma puede producir un crecimiento real de la economía por encima de las tasas tradicionales de las últimas décadas para llegar a niveles por encima de 5% que es quizá la meta estratégica más importante desde el punto de vista financiero, político y social que se ha planteado el actual gobierno. Es mucho lo que México se juega en el debate que se inicia en estos días, y por eso se han retrasado las propuestas que saldrán de Los Pinos hacia el Congreso de la Unión. Las presiones para influir sobre las propuestas deben ser enormes, pero esperemos que los actores políticos del gobierno no cedan ante ellas y mantengan los objetivos y metas, y resistan para que el producto sea realmente una transformación estructural y no termine en ser un parche más a las leyes, como los que hemos visto repetirse desde los grandes cambios impulsados antes de 1995. México necesita estos cambios y los requiere pronto, porque la presión de la desaceleración de la economía global y el desgaste del capital político interno son dos amenazas que parecen crecer cada día. Hay que apostar por reformas profundas que trasciendan por generaciones.

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