sábado, 3 de agosto de 2013

El cambio en la Iglesia de Francisco

El Papa lucha por una reforma. Le resiste la fuerza de la curia. Le respalda una razón moral unida a la necesidad de reposicionar a la Iglesia en el contexto de la pluralidad global, de la información y el conocimiento disponible y de la cultura de la libertad. La vuelta a la humildad característica del cristianismo, que se contradice con el sentido material del imperio papal de los últimos siglos que ha producido excesos inocultables e inaceptables en el contexto de una ética liberal. Francisco se ha negado a usar lujos, habitaciones, ha decidido reducir las muestras de lujo en las ceremonias y se ha referido a la iglesia de los pobres como una línea esencial del cristianismo. Incluso se ha referido a una visión alejada de las culpas para centrarse en las virtudes. Su forma de actuar como sus mensajes muestran una intención de cambio. Puede ser que Francisco sea el papa reformador que retome la esencia teológica de un cristianismo mucho más apegado a la realidad social y la comunidad entre las cuestiones del cuerpo y las del espíritu. En nuestro tiempo la cultura del cuerpo es una realidad que se vive día a día con esfuerzos por mejorar la salud, la alimentación, el estado y la apariencia corporal. Mientras que para la teología mas conservadora del catolicismo el cuerpo es una cárcel del alma. Para la tradición judía y la del cristianismo primitivo la dignidad del cuerpo es inseparable de la del alma o espíritu. Pero con el paso de los siglos ha llegado a ser considerado como una barrera para la santidad. Una suerte de vergüenza que identifica al pecado con las manifestaciones corporales y con el sexo. Se consumó una suerte de divorcio entre el cuerpo y el alma, al grado de colocarlos como antagonistas, lejos del equilibrio entre cuerpo y espíritu que clamaban los griegos y de la concepción judía en donde ni el cuerpo ni el sexo están unidos ni a la maldad ni al pecado. El Papa ahora se ha acercado a la idea del cuerpo como una parte esencial de las relaciones entre los hombres y que no puede ser considerado como un adversario de la vida espiritual. Ahora parece aproximarse una revisión de conceptos tan esenciales como estos en el seno de la jerarquía católica y abre puertas a una perspectiva más abierta y ecuménica, mucho más compatible con el mundo de hoy. El papa Francisco parece mandar la señal de que la Iglesia para fortalecerse con respuestas a los desafíos éticos, no puede seguir refugiándose en el miedo a la corporeidad, ni seguir defendiendo ni la idea imperial, ni la identidad entre cuerpo y pecado. La apertura incluye la convicción ecuménica de que por las venas de creyentes y no creyentes “corre la misma sangre” y por tanto somos familia. Nuevas visiones en la perspectiva teológica parecen llegar con el nuevo papa a la Iglesia, como también nuevas formas políticas que apuntan hacia una profunda reforma. Habrá que ver si la resistencia de la curia logra impedir este cambio, o se convierte en la consolidación del espíritu del concilio Vaticano II.

No hay comentarios: