sábado, 11 de febrero de 2012

Terminar la vida

La buena y corta vida llamó el periodista Dudley Clendinen a su artículo publicado en el New York Times en el que refería su experiencia con sus amigos al saber que padecía una enfermedad terminal. Sus reacciones fueron contrastantes: desde el que le recomendó comprar un arma hasta el que le llevó chocolates, lo que le llevó a concluir que “… nos obsesionamos … respecto al comer, vestir y beber, encontrar un trabajo y un compañero. Acerca del sexo y de los niños. Acerca de cómo vivir. Pero no hablamos acerca de cómo morir. Actuamos como si estar frente a la muerte no fuera una de las mayores emociones de la vida, la más absorbente y desafiante. Créanme, lo es.” Señaló Dudley y como él, muchos enfermos terminales enfrentan la muerte con pocas garantías legales. Para los médicos es una labor profesional llena de incertidumbres éticas. Para la sociedad un tabú. Para las familias es un desafío.
Peter Singer, el filósofo de la Universidad de Princeton citando un estudio de la Royal Society of Canada que ofrece un sólido argumento para permitir a los médicos que ayuden a sus pacientes a morir, afirma que “La base ética del argumento … no es tanto evitar el sufrimiento innecesario de los pacientes terminales, sino más bien el valor central de la autonomía individual o la autodeterminación. "La manera en que morimos", concluye el panel, "refleja lo que creemos que es importante tanto como las otras decisiones fundamentales de nuestras vidas". En un Estado que protege los derechos individuales, por lo tanto, decidir cómo morir debería reconocerse como un derecho de ese tipo.”
En diversas partes del mundo la asistencia por parte de los médicos para poner fin a la vida funciona lícitamente, como en Suiza, así como en los estados norteamericanos de Oregon, Washington y Montana, la ley hoy permite a los médicos, cuando el paciente lo solicita por escrito, ofrecerle a un paciente terminal una receta para un medicamento que provocará una muerte en paz. Más aun en Holanda, Bélgica y Luxemburgo, los médicos pueden incluso responder a este pedido con un inyección letal.
Poner fin a la vida de un paciente sin que medie una declaración expresa de su voluntad es frecuente en la práctica hospitalaria. En México en la capital está vigente una ley que permite expresar la voluntad ante fedatario para pedir que no se intenten mecanismos de rescate en caso de un crisis fatal. Un paso inicial en un camino para que los legisladores tomen el asunto; pero existe el enorme temor de que se pueda extender una especie de matanza a manos de los médicos, pero en realidad la resistencia mayor viene de los grupos religiosos que se oponen sistemáticamente y presionan a los gobiernos. Los estudios de opinión dan cuenta de que la mayoría de las personas están de acuerdo con algún mecanismo de muerte asistida, pero que son los partidos y los gobiernos que temen un debate impostergable sobre la forma más adecuada de brindar soluciones de muerte digna a enfermos terminales a los que sus amigos les ofrecen armas o chocolates.

No hay comentarios: