sábado, 27 de agosto de 2016

La paz en Colombia

El conflicto armado más prolongado en América latina ha terminado con un acuerdo de paz. Las heridas que se abrieron a lo largo de 52 años de conflicto son muchas, el dolor que produjo es inmenso. Se estima que mas de 220 mil colombianos murieron en este proceso en el que además más de siete millones fueron desplazados de sus tierras y hogares. El 24 de agosto negociadores que representan el gobierno de Colombia y las FARC anunciaron que habían llegado a un acuerdo final después de cuatro años de conversaciones en La Habana. El Presidente Manuel Santos ha anunciado “el fin de la tragedia del guerra”. Dentro del país sudamericano de 48 millones de habitantes se ha estado una enorme polémica de cara al plebiscito del próximo 2 de octubre en el cual se busca la aprobación de los votantes del acuerdo de paz. Alvaro Uribe, expresidente y ahora senador se ha opuesto y encabeza la campaña por el no, frente a las autoridades que buscan el respaldo ciudadano a lo que puede ser su mayor legado. La parte más debatida del acuerdo se refiere a la forma como deben ser tratados los combatientes de las FARC por la justicia, como tratar a las víctimas. El pacto establece que las FARC estarían obligadas a reparar daños por los delitos cometidos que incluían secuestros, y ataques a poblaciones con expulsiones en masa. Se establece un sistema de justicia transitorio bajo el cual los combatientes guerrilleros y los propios soldados que confiesen haber cometido atrocidades serían condenados hasta 8 años de trabajos comunitarios con movilidad restringida en el territorio colombiano, pero no irán a la cárcel. En otro capítulo se establece la incorporación a la vida política democrática de las fuerzas guerrilleras, lo que también ha provocado un encendido debate. Uribe exige cárcel a los guerrilleros, a los que él combatió como presidente, pero no pudo vencerlos, sino solo disminuir su fuerza. Busca que gane el no para según su interpretación establecer una renegociación del acuerdo. Es decir quiere tomar el control de un proceso que el Presidente Santos ha llevado por separado ante el enojo de su antecesor. Pero muchos piensan que que de triunfar el no el resultado será la vuelta a la lucha en las montañas de parte de los guerrilleros y el fin del alto al fuego. Hasta ahora los estudios de opinión muestran una lucha cerrada con un empate entre el si y el no, con una alta tasa de abstención. Los habitantes de Bogotá y otras grandes ciudades y los de mejor posición social están mayoritariamente por el no, mientras que los de poblaciones pequeñas y rurales, como los de menores ingresos y educación están por el sí. Será una campaña fragorosa en el que se juega el futuro de una nación que mira con optimismo su futuro, y que por su posición geopolítica se ha convertido en un aliado importante de los Estados Unidos en Suramérica. Y el proceso en sí mismo, de ganar el sí será complejo, dado que está pactado un mecanismo de entrega de las armas con intervención de observadores de la ONU, y esto siempre contará con la presión de los grupos paramilitares de derecha que son los que junto con Uribe más exigen cárcel y castigos severos a los combatientes, y podrían atentar violentamente a la aplicación del acuerdo. De cualquier forma, el hecho que se tenga sobre la mensa una solución política con perspectiva institucional a un conflicto armado, siempre será una buena noticia. Es un triunfo de la política sobre la violencia armada sistemática. Ahora, corresponde a los colombianos decidir si los términos acordados les satisfacen de cara al futuro.

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