sábado, 25 de junio de 2016

Cerraron la puerta, BREXIT

Un portazo en las narices es la imagen más dura del Brexit. Europa está estupefacta con el golpe que la obliga a redefinirse. El Reino Unido es la sexta potencia económica global, la segunda en Europa, donde es también la principal potencia militar, el centro financiero del viejo continente, y el aliado más cercano de los Estados Unidos. Y todo eso lo seguirá siendo, solo que fuera de la Unión Europea. Por el peso de cada uno, el divorcio trasciende a sus actores. Los británicos de clase media mayores de 45 años echaron por la borda la sociedad con Europa en una rebelión contra el establecimiento político. A pesar de que laboristas y conservadores apoyaron el mantenerse en Europa; del respaldo de los empresarios; del sector financiero en pleno y el apoyo internacional, incluso del Presidente Barack Obama quién personalmente hizo campaña. Una línea trasversal cruzó los segmentos, la geografía y la conciencia de la sociedad británica. El trazo deja muchas lecciones porque muestra la reacción de una parte de la sociedad contra la actuación política producto de la globalización. La interdependencia, la apertura, la fragilidad económica, la sociedad gelatinosa en la que fluyen con facilidad las ideas, el dinero, y las personas se mueven como nunca antes, genera estas reacciones más allá de ideologías, para desahogar la frustración de muchos ante el vértigo de los cambios. Pareciera que la interdependencia global nos mete en un torbellino y que muchos quieren que gire más lento o de plano salirse de él. Habrá que ver si el efecto político es contagioso para las elecciones en Francia en donde Marine Le Pen ya ha llamado a un Frexit, o en Holanda donde también el partido Geert Wilders llama a un Nerexit, o incluso en Italia en donde la Liga del Norte también llama. En los Estados Unidos Trump agita la misma divisa de la insurrección contra la forma de hacer política en la globalización y llama a terminar con el NAFTA con México y Canadá. Brexit podría ser el inicio de un movimiento contagioso contra la globalización y sus efectos, que pudiera conseguir respaldo trasversal en muchas naciones, incluyendo la nuestra. Aunque el desarrollo económico es evidente, ha resultado muy complejo “venderlo” por parte de los gobiernos contemporáneos porque el modelo del estado de bienestar ha resultado inviable económicamente, y la mejor muestra es precisamente Europa. La inconformidad ante la presión que significa medir todos los procesos, los elevados niveles de competitividad que exige la apertura, la inestabilidad en los empleos y las enormes expectativas que despierta la explosión tecnológica, está presente, pero todos sabemos que esas son las reglas. Los británicos hicieron una apuesta para cambiar una regla que parecía inamovible, y lo hicieron contra la opinión de su juventud y de sus clases más educadas, en un ejercicio democrático que abre la puerta para que en otras partes se manifieste la opinión para cambiar cuestiones estructurales. No es casual que ya mismo se plantea otro referéndum en Escocia para optar por la independencia del Reino Unido. Las lecciones del Brexit están aun por revelarse con más nitidez, pero es claro que para México, la amenaza de Trump para noviembre, y la influencia de los movimientos anti sistema contra la globalización pueden crecer y cambiar el panorama político de cara a la elección de 2018. Esto además de los efectos financieros que ya provocaron un recorte al gasto público, encarecieron el dólar y seguramente nos llevarán a un aumento en la tasa de interés con el correspondiente efecto ralentizador de la economía. Una suerte de vuelta a un nacionalismo tan romántico como inviable puede seducir a muchos, como sucedió con las clases medias británicas. Que por cierto, también engañaron a todos los encuestadores escondiendo el rencor. El reto de presentar opciones políticas serias con visión de futuro responsable es enorme, frente al discurso fácil, de odio y miedo. Pero es precisamente lo que enaltece a la política y puede hacer mucho más noble la comunicación masiva en nuestro tiempo. La pluralidad, la libertad y el respeto a la dignidad son las reglas con las que todos debemos jugar. Y en ese marco habrá que ganar el debate y generar las mayorías que sustenten el crecimiento de una sociedad abierta, capaz de ser más justa garantizando la libertad de sus cada vez más diversos habitantes. El populismo que se encierra es una amenaza a la libertad, porque al fin de cuentas es un extremismo más al que hay que vencer.

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