sábado, 19 de marzo de 2016

VS TRUMP

Trump ha roto la ortodoxia en la política de los Estados Unidos. Ha construido un discurso populista, demagógico y grosero, que conecta con los sentimientos de muchos norteamericanos que no se sienten bien representados por sus políticos. Ha denigrado los contenidos y bajado la categoría de una contienda participativa al nivel de un espectáculo circense barato. El respaldo tan diverso que ha conseguido debe encender las alertas, porque pone de manifiesto que la astucia combinada con ignorancia puede ser atractiva para agitadores ambiciosos. Las vulgaridades suelen esparcirse rápidamente por jocosas o ser festejadas por su ingenio, pero cuando se convierten en objeto de admiración, o peor, en opción de gobierno, como es el caso, denigran la actividad política. Los mexicanos no habremos de responder en el terreno de estas bajezas, sino con acciones asertivas que pongan de manifiesto nuestra fuerza, nuestra cultura y la enorme dignidad de un pueblo emergente en el mundo. Una nación que ahora está intensamente relacionada con la sociedad de los Estados Unidos, porque en más de un sentido México vive del otro lado de las fronteras; como la cultura y costumbres de nuestros vecinos habitan aquí. Más de 40 millones de familias en ambos lados de la frontera son biculturales, binacionales, bilingües. Los lazos entre cada miembro de estas familias está más allá de las formas políticas tradicionales y engrandecen a sus comunidades y a los países. La fuerza de esta realidad social sin precedente en el mundo se hará sentir cada vez más en la política de Allá y de Aquí. Los ciudadanos estadounidenses de origen mexicano son cada vez más y mejor preparados, asumen posiciones de importancia económica y política en sus comunidades y ahora podrán influir de forma determinante en las elecciones de México mediante el voto de los más de 10 millones de mexicanos radicados en el exterior. En este mundo abierto e interdependiente, México vive mucho más allá de sus fronteras, se expresa por encima de las vías formales y fortalece su cultura mediante el ejercicio de la libertad, el intercambio, el respeto y la tolerancia a los demás. Pero ante una realidad política como la que se vive allá, es claro que los intereses de México deben ser defendidos con más inteligencia y fuerza dentro de los Estados Unidos. El tamaño de la relación bilateral debe ser de la misma proporción que nuestra forma de actuar en la diplomacia, la economía, las finanzas y la justicia. Si bien es cierto que Trump ahora es solo un aspirante, y aunque pierda las elecciones primarias y nunca sea presidente, el hecho de que su discurso antimexicano sea tan popular pone de manifiesto la necesidad de actuar asertivamente en la opinión pública para revertir este sentimiento. Difundir quienes somos, qué pensamos y hacemos los mexicanos para ponerlo de manifiesto en los Estados Unidos y el mundo debe ser una tarea estratégica de las autoridades y de todos los que tenemos alguna relación con personas o empresas norteamericanas. Los prejuicios demagógicos expuestos por Trump se combaten con la simple difusión de la verdad. Pero esta labor supone un esfuerzo que debe ser persistente y enfocado de forma inteligente. Y quizá el primer paso sea el evitar la tendencia que tenemos en muchas ocaciones a autodenigrar a nuestro país cuando ejercemos una suerte de critica a la autoridad o la realidad social que vivimos. Mostrar lo grande y fuerte que es México, su gente y su cultura es la mejor forma de combatir a quien busca el poder como una mercancía que se adquiere mediante engaños de grandeza o pureza escondiendo su enorme desprecio a la libertad, a la dignidad y a la ley. El miedo a la libertad, y al respeto a la dignidad, es la divisa de los ignorantes.

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