sábado, 5 de septiembre de 2015

Aylan sacude al mundo

Una fotografía ha invadido la conciencia de las sociedades europeas y americanas. Un niño de origen sirio, con una pequeña camisa roja y pantalón azul apreció tendido ya sin vida en la playa de Ali Hoca en Turquía. Tenía solo tres años. Su familia había intentado pedir asilo en Canadá. La barca en que partieron seis sirios, entre ellos la familia de Aylan, hizo agua y solo se salvaron un joven y Abdulá el padre del niño. Este, con sus palabras ha puesto sobre la mesa el dilema ético que representa el enorme flujo de refugiados en busca de destino. "Quiero que todo el mundo vea lo que nos ha ocurrido en el país al que vinimos a refugiarnos de la guerra. Queremos que el mundo nos preste atención para que puedan impedir que esto les ocurra a otros. Que ellos [sus hijos y su esposa] sean los últimos”, declaró. En el pasado mes de julio, los migrantes que llegaron a las orillas de la Unión Europea superó los 100.000, el tercer mes consecutivo en que se alcanzó una cantidad mayor. La semana pasada, las autoridades austríacas encontraron los cadáveres en descomposición de 71 migrantes en un camión húngaro abandonado cerca de Viena y más de 2.500 personas se han ahogado en busca de llegar a costas europeas este año. En Europa las naciones reciben refugiados en diversas proporciones, Alemania tiene seis refugiados por mil habitantes, el mayor índice entre la comunidad europea, que son menos de un tercio de los 21 por mil de Turquía, cifra que, a su vez, queda pequeña ante los 232 por mil del Líbano. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ACNUR, en 2014 en el mundo había 59,5 millones de desplazados forzosos, el nivel mayor jamás registrado. De ellos, 1,8 millones están esperando una decisión sobre sus solicitudes de asilo, 19,5 millones son refugiados y el resto están desplazados dentro de sus propios países. Ahora mismo Europa se enfrenta a la crisis de refugiados más grande desde la segunda guerra mundial, y con ella se pone de manifiesto el enorme sentimiento xenófobo de muchos de sus habitantes que reclaman la confinación o expulsión de de familias como las de Aylan. Para los mexicanos el tema tampoco es lejano, dada la migración de compatriotas hacia Estados Unidos, y reacciones como la construcción de muros, son muestra de que el sentimiento de expulsión se mantiene y en algunas partes aumenta. Nuestro país que ha mantenido tradicionalmente una posición abierta a recibir a personas excluidas de otras naciones, debe ahora mismo levantar la mano para anotarse y recibir a una parte de las familias de Siria o Eritrea que en estos momentos huyen de una de las guerras más sanguinarias, la que sostiene el ejercito del llamado Estado Islámico ISIS. Así como hemos recibido españoles, argentinos, chilenos y otros hermanos de muchas naciones ahora debemos abrir las puertas para contribuir a aliviar el problema, y de paso mostrar una postura del lado del humanismo y la igualdad en el dilema en el que muchos reaccionan levantado los muros y armando las cercas.

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