sábado, 11 de agosto de 2012

Guadalajara fuerte

Guadalajara vive una profunda transformación. Es una ciudad que emerge, con toda su tradición, a la competencia global en todos los aspectos. Su transformación ha supuesto una verdadera reconversión económica que la producido una ralentización de su crecimiento industrial en sectores como el metálico, automotriz, textil y zapatero, en los que solo han sido exitosas las empresas que, vinculadas al exterior, logran dar valor agregado de calidad a sus productos. En el comercio mantienen el vigor solo aquellos que han orientado hacia el cliente sus procesos y ajustado sus modelos a las tendencias y tecnología globales. En los servicios el proceso es similar, la apertura obliga a competir con altos estándares en las finanzas, los servicios turísticos y otros campos. La reconversión ha traído a empresas y personas del extranjero que han aportado su visión y actividad, aunque la mayoría no se hubiesen asimilado plenamente. El proceso de cambio está en marcha, vivimos tal vez su etapa más importante e intensa. El impacto crítico de este proceso se ha vivido al interior de las familias, que han visto desde hace 40 años como la mujer se prepara e incorpora al trabajo y forma ya más del 40% de la fuerza laboral; como se asimila la cultura del tener mediante la práctica del consumismo; como se elevan los niveles de educación que abren espacios a la libertad; como se interactúa con la sociedad norteamericana por medio de una migración que mantiene fuertes lazos familiares; como aparece la diversidad religiosa y como se intensifica el comercio con el exterior y los viajes de las personas a otras latitudes deja de ser un privilegio para grupos muy reducidos, para convertirse en norma en la búsqueda de oportunidades. La información disponible por la conectividad fortalece los sistemas de educación y la creatividad endémica de estas latitudes muestra un rostro cada vez más liberal, definido y propio. Ante esto, cabe preguntarnos si esta transformación nos llevará a ser una ciudad o región desarrollada y la respuesta es no. Porque este cambio inercial necesita del factor más importante para elevar realmente la calidad de vida de las personas: la práctica de una vida institucional sólida. Una ciudad emergente como esta puede competir fácilmente con otra de Suecia en una amplia gama de productos manufacturados y de servicios, pero se requiere de mucho tiempo y esfuerzo, para alcanzar la fortaleza de las instituciones de Suecia y por tanto para alcanzar sus niveles de vida. Para acometer este desafío lo primero es darnos cuenta del problema y fijar los objetivos. Hemos ya dado el paso en muchas empresas del sector privado al asumir modelos de trabajo; sin embrago tenemos una crisis en la aplicación de las leyes. Vivimos una crisis del estado de derecho, que sin resolverla no puede haber un fortalecimiento de las instituciones. Esa es la clave en la lucha contra el crimen y no la acumulación de armas y patrullas. Nuestra ciudad necesita que sus líderes sociales, políticos y sus hombres más poderosos materialmente se pongan de acuerdo en aportar esfuerzos para fomentar una cultura de cumplimiento de las reglas. La civilidad comienza poniéndonos de acuerdo todos en el respeto a los demás y al orden legal.

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