lunes, 30 de mayo de 2011

Y ahora

Indignación
Luis Salomón
La mayoría de los mexicanos consideran que son tratados indignamente. Primero en las condiciones en las que viven y trabajan. Y enseguida por la inoperancia de las instituciones públicas. La sumisión de la que nos hablaba Octavio Paz, producto de la violencia en nuestra historia, o del perfil psicológico al que se refería Samuel Ramos, están presentes; pero ahora en amplias capas de la población comienza a generarse un sentimiento de solidaridad activa en torno a la indignación. En algunos casos humillación. Las comunicaciones aceleran el conocimiento de casos y produce una aun tibia reacción de solidaridad. Somos ahora más proclives a vivir la indignación con otros, que a compartir la miseria de muchos. La violencia que se multiplica nos enfoca en la injusticia y en el trato indigno que reciben miles y miles de mexicanos a los que se les pisotea su libertad y su calidad de individuos dignos, de personas dirían otros. Aunque pareciera que nos hacemos inmunes al dolor de la violencia y nos acostumbramos a ser informados de ella, también es cierto que la indignación nos invita a actuar. Una de las manifestaciones más reconocidas de tratos malos a las personas está en el sistema policíaco, en su tradicional corrupción, como también en el sistema carcelario. El maltrato ahí es persistente a pesar de los discursos alegres de muchos funcionarios. Las revelaciones recientes de lo que sucede en el Instituto Nacional de Migración son un claro ejemplo de ello. La prensa dio cuenta de que los agentes obligan a las extranjeras a prostituirse, extorsionan impunemente a migrantes y exigen dinero por cualquier pretexto. Hechos vergonzosos para México. Actos que pisotean la dignidad de ajenos y propios. La movilización de muchos extranjeros y la presión de gobiernos indujeron una especie de limpia en la dependencia, que no sabemos que tan profunda será. Lo que si es una realidad es que hechos como este suman al clima de indignación solidaria de muchos mexicanos que buscan encontrar caminos de participación ciudadana lejos de los caminos tradicionales. Entre marchas, colectivos, manifestaciones, plantones y protestas crece una solidaridad paralela a las instituciones. Es un germen que crece. Las autoridades y los partidos políticos lo saben y tratan de inducir, influir, coptar. Saber hasta donde mantendrán la legitimidad es aun un misterio, pero también es cierto que son ellos los que mejor captan el sentimiento colectivo de indignación que las autoridades niegan y los actores políticos no entienden. El proceso electoral puede ser un factor que los detone o un impas en su crecimiento. Lo que es cierto es que cualquier hecho violento significativo puede catapultar la organización. Por eso es necesario que los miremos con el esmero que supone escuchar un grito que tiene detrás la indignación que produce la injusticia ancestral. Una voz que protesta clamando un hasta aquí. Un ya basta. Un murmullo que crece exigiendo buen gobierno. Una corriente que cuenta con la simpatía de la mayoría.

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