sábado, 7 de mayo de 2016

El enojo y la esperanza

La ira se produce normalmente cuando alguien es tratado injustamente y se le produce un daño que es relevante o puede ser relevante para alguien. Los casos de grandes injusticias difundidos masivamente producen frustración y enojo colectivos. La narrativa reiterada de casos injustos genera rencor y percepción negativa para los responsables de hacer justicia: las autoridades. La opinión pública dada vez está expuesta a más casos de injusticias notables, porque ahora se difunden más. El campo fértil para sembrar un mensaje de ira es precisamente la frustración generalizada ante las injusticias. Y esto es lo que ha sucedido en casos recientes: desde las reacciones en Grecia que llevaron al poder a la izquierda, el ascenso de Podemos en España, el crecimiento de Jeremy Corbyn en Gran Bretaña, la caída de Cristina Krishner en Argentina, la crisis política de Lula y Dilma en Brasil y por supuesto el caso más difundido hoy del ascenso de Donald Trump. No es casual que en todos estos casos hay una clara tensión entre la creación de una esperanza y la frustración posterior que producen las injusticias difundidas. Esperanza enorme de progreso se generó en Grecia desde los juegos olímpicos que devino en impotencia dada la crisis económica posterior; Ilusión de salir de la crisis mediante una via alterna produjo Podemos en las elecciones españolas, que luego ha devenido en caída dadas las divisiones internas del movimiento emprendido por Iglesias y sus socios; La esperanza de mayor justicia social se produjo con el peronismo de Krishner y la ira ante una narrativa de excesos y complicidades; la ilusión de los brasileños con el pujante desarrollo impulsado por el petróleo que fue puesto de ejemplo en el mundo, que pasó rápidamente a ira ante los excesos, la corrupción como falta de orden financiero y de gobierno; y en el caso de los Estados Unidos el Presidente Obama llegó a la presidencia con la esperanza de una transformación que al diluirse en gran medida ha desilusionado a grandes sectores. La oferta de una esperanza es crucial para una causa política, pero ahora esta oferta puede estar apalancada simplemente por la sed de castigo a las autoridades que aparecen como injustas o ineficaces para generar justicia, casi sin importar nada más. Es una suerte de venganza ante la frustración. Estos hechos son aun más evidentes en las esferas locales en donde la narrativa de la injusticia puede llegar a ser más relevante para la vida cotidiana de las personas. Los sectores más proclives a reaccionar ante la injusticia detonante de la ira, suelen ser los sectores más castigados o con menos oportunidades. Esos son los grandes segmentos que apoyan Trump en Estados Unidos y los que reaccionaron en Argentina y lo hacen ahora en Brasil, los que cultiva SYRIZA en Grecia y Podemos en España. Son segmentos que son proclives a respaldar una opción populista de castigo a lo establecido. En el caso de México está creciendo ese mal humor colectivo que se alimenta de la injusticia y la impunidad, y que plantea una nueva forma de actuación política de cara a los procesos electorales y abre la puerta para crear una oferta populista basada en la ira. La oferta de esperanza razonable y empática es el principal reto de los partidos para neutralizar la disrupción del populismo vacío. En ese sentido vale la pena observar como los movimientos emergentes en Europa están evolucionando para generar junto al enojo, esa esperanza con ofertas de programas más o menos concretos, porque la opinión pública pasa de la ira inicial a una etapa más reflexiva, lo que ha vuelto a su dimensión a estos movimientos en Inglaterra, España, Grecia e Italia, luego de que parecía que arrasarían en cuanta elección se presentara. A esta evolución reflexiva que conecta con una esperanza asequible es a lo que apuestan Hilary Clinton, como los partidos políticos en Europa y América Latina. El reto es construir una narrativa esperanzadora, responsable y razonable que lleve los debates políticos a la visión del futuro compartido, más que a la simple satisfacción de los apetitos mediante la exaltación del enojo.

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