sábado, 13 de septiembre de 2014

Moral del progreso

México se encamina a una etapa de crecimiento económico. Las condiciones parecen estar dadas para expandir la actividad en una amplia gama de sectores. Muchos proyectos industriales, comerciales, de servicios y de infraestructura se preparan en estos meses. Por eso es oportuno recordar que los periodos de crecimiento están asociados a la percepción de progreso y bienestar, mientras que los pericos de estancamiento generan pesimismo social. Ahora pareciera que estamos transitando desde la situación de estancamiento provocada por la crisis de 2008 hacia una etapa de progreso. En muchas ciudades de México esta percepción es constante desde hace años, derivada de los proyectos en marcha. Sin duda en los últimos años los habitantes de Querétaro, de Aguascalientes, de Silao, de San Luis Potosí viven esa sensación. Aun en las metrópolis como ciudad de México, Monterrey y Guadalajara es perceptible la transformación. Otra historia es lo que sucede en zonas estancadas del Sur del país o en las regiones presa de la inseguridad. Ante este panorama es necesario que el crecimiento económico que se puede apreciar genere una ola de optimismo. Lo que aun no sucede en las mayorías. Hay mucho más optimismo respecto al futuro de México en el exterior del país que en nuestras ciudades. Según Benjamin M. Friedman el reconocido economista norteamericano hay muchos ejemplos en la historia reciente que muestran que el declinar de la expansión de la economía, el letargo, ha originado brotes de intolerancia, nacionalismos agresivos y guerras. Y una muestra de ello puede verse en la crisis de Ucrania, en donde dos naciones que vienen de periodos sin crecimiento se involucran en conflictos. Y la otra cara de la moneda la podemos ver China en donde el progreso es el signo de una sociedad que se ve a si misma fuerte y en crecimiento. Ahora es nuestro turno. Habrá que vernos como una nación que se expande, que genera valor, que eleva las condiciones de vida de muchas personas y que tiene un papel en el mundo. Esa visión de optimismo ante el futuro, es un motor moral del desarrollo. Es una palanca que fomenta la apertura al exterior y el intercambio sobre bases cada vez más imaginativas. El mismo Friedman señalaba en su obra fundamental, Las Consecuencias Morales del Crecimiento Económico que “el valor de un aumento del nivel de vida estriba no sólo en las mejoras concretas que aporta a la vida de las personas, sino también en cómo moldea el carácter social, político y en última instancia moral de un pueblo”. La construcción de comunidades más productivas, capaces de competir en el mundo es el desafío más relevante ahora mismo aquí. Para conseguir niveles de eficiencia y productividad es indispensable tocar la actitud de las personas mediante una visión optimista. La sensación de progreso es un factor determinante para la paz, la estabilidad y el desarrollo de una nación. Esta es quizá la tarea más importante que tienen los líderes políticos y sociales en México. Sumar, sobre todo a los jóvenes en una nueva moral del progreso que suponga creer que se puede tener mejores condiciones para todos mediante el esfuerzo compartido. México necesita una nueva actitud moral ante el progreso. Primero para generar valor y luego para distribuirlo de mejor manera sobre la base de sabernos fuertes.

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