sábado, 12 de julio de 2014

Niños de la guerra

Las historias de los niños que emigran hacia los Estados Unidos se repiten cada vez más. Los pequeños dejan su familia, su ciudad y su país en busca del futuro. Unos ilusionados, otros cautelosos pero en todos hay miedo, porque saben que pueden perder hasta la vida en el propósito. de donde se fueron hay personas inocentes que los dejaron ir, a donde van puede haber otras buenas que los reciban. Pero en el trayecto se pueden encontrar con otras que los dañen. La travesía desde la frontera del Sur de México hacia el Norte es realmente peligrosa. A su paso por México suelen ser presa de todo tipo de traficantes. Desde los que los engañaron cobrando dinero a sus familias para llevarlos hacia el sueño americano, hasta los que les proveen documentos, comida, armas para defenderse y hasta drogas. Es realmente un desafío humanitario al que México, Estados Unidos y los países de Centro América, nos enfrentamos. Es una cuestión de asistencia humanitaria a un grupo de personas inocentes que se ven forzados a migrar. Son desplazados por causa de conflictos sociales, de la violencia y de la fragilidad de las instituciones. En México debemos tomar medidas para atender esta realidad lacerante que nos cruza. La atención a estos pequeños por parte de las autoridades es cuestión de la más elemental solidaridad, y la participación de las organizaciones de la sociedad es también indispensable. En ciudades como Guadalajara es cada vez más frecuente ver a muchos migrantes en las calles que ponen de manifiesto su frágil condición. Algunos de ellos tienen la cara fresca de una adolescencia precoz. La respuesta ciudadana es muchas veces indiferente porque se ignora que detrás de esos ojos brillantes hay verdaderas tragedias que angustian. Cualquier acción que se emprenda para asistirlos debe partir del respeto a su dignidad y a los derechos que legalmente les corresponden. Muchos de estos niños huyen para no ser reclutados por las bandas criminales en sus países pero son presa de otras aquí. Van en busca de encontrarse con parte de su familia o amigos que los puedan proteger. Pero en su tránsito están más expuestos que nunca. Por eso, la vigilancia de las rutas que siguen los migrantes, la identificación de los menores, la asistencia humanitaria para brindar cobijo, alimentos y medicinas son acciones a las que debemos sumarnos todos. Las organizaciones civiles que trabajan con ellos, las casas de día que los reciben, y los voluntarios deben contar con respaldo institucional suficiente para conseguir que estos pequeños puedan contar con opciones seguras no solo para seguir su viaje sino para regresar a sus casas, en caso que lo decidan. Al defender a estos pequeños de las asechanzas violentas estamos protegiendo también a las comunidades de donde vienen, a aquellas a las que pretenden llegar y a la nuestra porque muchos de ellos pueden decidir quedarse. El gobierno norteamericano ha emprendido acciones para controlar el fenómeno, el nuestro también lo hace, pero lo más importante es que la sociedad no permanezca indiferente ante una realidad tan atroz. Cientos de niños han cruzado las calles de esta ciudad en su travesía. Muchos han llegado a su destino. Otros han muerto en el intento. Por aquí han pasado solo como espectros que no miramos. Ahora siguen llegando. Hay que mirarlos a los ojos y tenderles la mano humanitaria que les cuide.

No hay comentarios: