sábado, 5 de abril de 2014

Primavera GDL

Guadalajara brilla en contraste. Juntos, la llegada del tibio viento, la luminosidad creciente, y la sequedad citadina se transforma en en flores. En calles y avenidas el color de la atracción inunda con una luz distinta. Las noches se hacen más plácidas. Las plazas se visitan, los restaurantes invitan a convivir. Los apetitos se enfocan a la frescura. En todos lados, en colonias y barrios, el estado de ánimo percibe de forma distinta la música, que pasa de lo armonioso a lo bullanguero. El las fiestas los cuerpos se estiran y mecen a otro ritmo, llamando a las olas, imitando a las algas. El optimismo se acentúa. Los parques reciben a los más pequeños quienes se agitan más, mientras los jóvenes conviven más intensamente. La ciudad se transforma recordándonos que aun en el más urbano de los ambientes la naturaleza manda. Los espacios verdes se tiñen de amarillos, lilas, rosados que luego abren paso a naranjas, rojos y blancos que por solo unos días estallan su belleza. Junto a ella están los grises, sepias, marrones descompuestos. Junto a la belleza de una jacarandá en flor aparecen hierros retorcidos, oxidados, aderezados con desechos ocasionales. Brutales contrastes con el deterioro que producen los humos y los despojos del progreso. Pero al final predomina la belleza efímera de las frágiles flores que atraen a los seres calces de volar. Para muchos es tiempo de contagiarse del optimismo natural de los más pequeños; para otros es paréntesis para dejarnos llevar por iniciativas juveniles. Contraste es la palabra que quizá mejor describe lo que sucede en primavera en la ciudad. Cambia el marco, el ámbito se percibe mejor. El espacio parece, solo parece el mismo. Pero en realidad cada primavera es distinta y en cada calle la ciudad no es la misma. La vida de cada uno no parece la misma. Las personas no son las mismas. Pareciera que son cada vez más. En ese marco florido surgen rostros capaces de soñar, muchos sufren, algunos padecen. Salen en reuniones las caras que muestran en sus ojos esperanza, otras, discretamente, reflejan nostalgia. Algunos pocos caminan hacia los altares apostando al futuro, otros ni se atreven ni a pedir consuelo. Pareciera que caminamos más de prisa. Solo pareciera. Porque los contrastes que tiene la ciudad que a muchos llenan de entusiasmo pareciera que no son suficientes para impulsar la energía de una transformación de verdad. En primavera hay que alzar la mirada para que no pase como decía uno de los personajes creados por Juan Rulfo “hacía tantos años que no alzaba la cara, que me olvidé del cielo” Al voltear hacia arriba se encuentra en la ciudad un azul intenso, ahí está el contraste del color, ahí también las líneas del altivo horizonte urbano que se levanta para desafiar las suaves líneas del valle, ahí también los pájaros, ahí las estrellas de primavera. Guadalajara necesita que todos alcemos la cara y agucemos la vista en el horizonte del tiempo por venir. Para creer más en nosotros y dejar de lado los prejuicios que nos hacen estar mirando por conservar baja la mirada.

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