sábado, 26 de abril de 2014

Canonización con mensaje

La canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II es una decisión que sorprendió a muchos, luego de la asunción del Papa Francisco. Es también muestra de la polarización que al interior de la iglesia se ha vivido a lo largo de las últimas décadas. Especialmente luego del Concilio Vaticano II en donde nació la idea de la iglesia de los pobres, transformó los ritos para alejarlos del sentido monárquico tradicional, mediante una acción que cimbró toda la estructura del vaticano. Juan XXIII dio un paso transcendental para aflojar el sentido conservador. Fue un revolucionario que se atrevió a dar un paso enorme hacia la apertura realmente global de la iglesia. Gozó de enorme prestigio en su tiempo, y al mismo tiempo levantó reacciones. Con el paso del tiempo estas reacciones tomaron fuerza y desde el mismo interior de la jerarquía católica surgieron expresiones que poco a poco fueron limitando la llamada teología de la liberación y concentrando os mecanismos de difusión del Evangelio mediante la acción de la Congregación para la Doctrina de la Fé. El papado de Juan Pablo II fue una continuación, que algunos consideran fortalecida de este criterio conservador. Sus decisiones internas, su acción en la opinión, pública y su posición política le generaron una impresionante imagen como líder dotado de gran autoridad moral. Se puede calificar a Juan XXIII como líder religioso dotado de una enorme visión, de un carácter y la fuerza de un revolucionario. Mientras Juan Pablo II fue un líder religioso con visión de estadista, dotado de una gran capacidad de comunicación y habilidad política. Uno hombre de cambios, otro hombre de institucionalidad. Uno más liberal el otro más conservador. Ambos dotados de enorme carisma. Ahora el papa Francisco los ha colonizado a los dos como una muestra del criterio de unidad que seguramente impulsará hacia el interior de la iglesia en los próximos años. Es claro que la polarización crea un daño mayor si no se corta a tiempo y ese parece que es el mensaje que se puede leer detrás de las ceremonias religiosas y la liturgia misma. El reto es acercar las posiciones para presentar un cambio que le permita a la iglesia recuperar fieles, sobre todo en las sociedad industriales, en donde los caóticos tienen una posición más apática y crítica respecto a la actuación del vaticano. Los casos de pedrastía y de corrupción que se han hecho públicos en los últimos años son solo una muestra de la necesidad de impulsar el cambio que ha anunciado el nuevo papa. La tensión dialéctica que se ha presentado entre la visión liberal de Juan XXIII y la consolidación institucional de Juan Pablo II puede producir una síntesis valiosa y eso es lo que parece perseguir Francisco. Quién no la tiene fácil puesto que las resistencias y presiones están a la orden del día. Las acciones afirmativas caracterizan a Francisco, quién se ha alejado de los criterios limitativos propios de sus dos últimos antecesores, como de las condenas y las amenazas con fundamento teológico, para utilizar un discurso más propositivo, lejos de los temas especulativos para acercarse a los sociales, como lo hizo Juan XXIII. Parece que está intentado hacer una revolución desde el poder, como lo fue el Concilio, pero ahora con una visión mucho más incluyente, que se percibe hasta en el estilo de las ceremonias y las prácticas papales. Francisco ha planteado una iglesia en que los laicos tengan una papel mucho más relevante y en donde la jerarquía limite su actuación en el poder real para retomar su función más religiosa y de asistencia espiritual a las personas. La canonización parece un paso más en ese sentido de cambio que permita que el comportamiento de los creyentes católicos esté en un punto de contacto real entre los preceptos que manda la iglesia y la vida contemporánea. Porque el resultado del divorcio entre la preceptiva moral y su interpretación conservadora reciente y la la vida de las sociedades occidentales ha sido una enorme pérdida de practicantes y una migración hacia otras religiones. Por eso el nuevo papa no puede dejar solas a las mujeres y hombres cuyas vidas están sujetas a presiones propias de este tiempo que involuntariamente les colocan en dilemas que muchos tratan de reprimir con supuestas bases teológicas provocando una reacción contraria a la intención evangelizadora. El Papa francisco ha dado un paso más que hace crujir las viejísimas duelas de los palacios vaticanos. Esperemos que logre avanzar en el sentido de la libertad.

2 comentarios:

Dani Morebeni dijo...

Es muy cierto el mensaje que manejas, yo soy católica y espero de corazón que esta sea una etapa de renovación para la iglesia, en donde se necesita adecuar a lo que ahora está pasando y a las situaciones actuales.
Muy buen ensayo.

Unknown dijo...

Gracias por tus conceptos