domingo, 17 de noviembre de 2013

Del Pensar al Actuar en la ciudad

Mucho se ha escrito respecto a la necesidad de pensar el futuro de la ciudad. La planeación es una herramienta fundamental para actuar de forma ordenada en función de objetivos valiosos. En gran medida el resultado de la planeación implica establecer normas para conducir las acciones en la dirección que marca la visión del futuro. El carácter normativo de los productos de la planeación supone en gran medida un sentido restrictivo que debe conducir en la dirección deseada la iniciativa de los entes privados y públicos. Cuando esta conducción se convierte en un obstáculo se ralentizan los proyectos generando costos innecesarios y sobre todo un éxodo de iniciativas y de talento. En Guadalajara tenemos exponentes de gran calidad en materia de planeación urbana, sin embrago nos enfrentamos exactamente a un conjunto de normas que, buscando conducir han obstaculizado el desarrollo y propiciando este éxodo de personas, talento e iniciativa. El municipio de Guadalajara es el único en la Zona Metropolitana y uno de los pocos en el país que pierde población. Y es el único de su tipo que cuenta con una infraestructura urbana que prácticamente abarca la totalidad de su superficie. Al no contar con reservas de suelo significativas el único destino para crecer es atraer habitantes y visitantes con acciones que aumenten la oferta de vivienda, de espacios comerciales, de lugares de esparcimiento y espacios públicos de calidad. Y para conseguirlo el único camino es cambiar el sentido de las normas que ahora tienen un sentido restrictivo hacia una visión promotora de proyectos innovadores que generen inversiones y bienestar. Quizá el proyecto más significativo en ese sentido es el tren eléctrico que cruzará el municipio y que debe propiciar un cambio normativo que permita la construcción mucha mayor densidad en el corredor por el que circularán los trenes, y en los que alimentarán el nuevo sistema de transporte. Las normas restrictivas suponen cambios en planes parciales, perímetros del centro histórico, cambios en los reglamentos de zonificación, de edificación y hasta en las normas de policía y buen gobierno. En los próximos meses seguramente se desarrollarán proyectos e iniciativas para dotar a la ciudad de instrumentos que aceleren las iniciativas de inversión. Sin duda la visión promotora de la empresa privada, la visión que estimule la convivencia ciudadana en espacios públicos renovados y el respeto a la libertad de las personas que habitan y visitan la ciudad son valores que nos orientarán para participar en una corriente en la que seguramente se sumarán las organizaciones sociales y los especialistas en urbanismo y temas reglamentarios. La ciudad necesita estos cambios normativos para estar en condiciones de aprovechar el impulso de los programas federales de vivienda, para acelerar la ciudad creativa digital, para aprovechar el impulso que significará el tren eléctrico y para afrontar la crecente competencia entre ciudades que se vive dentro y fuera de nuestras fronteras.

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