sábado, 13 de agosto de 2011

expectativas y frustraciones

Expectativas frustradas
Luis Salomón
¿Porqué la inconformidad de los jóvenes en tantas partes del mundo, aun cuando tienen signos de progreso? La respuesta está en las expectativas que tienen respecto de su rol en la sociedad, sus merecimientos y sus oportunidades. Los jóvenes de El Cario, los indignados de Madrid, los inconformes de Londres y los estudiantes de Santiago de Chile tienen en común que no se manifiestan solamente contra una situación coyuntural, sino contra un modelo que ha levantado sus expectativas y con ellas su frustración. Si la educación actual es en gran medida un camino para adquirir habilidades que sean valoradas social y económicamente, y luego de algunos años quienes se preparan no tienen el rol para el que fueron entrenados, la consecuencia es una frustración, desilusión, indignación. Pero antes de la propia educación está la información que a torrentes llega a las personas en formación por medio de la publicidad y los contenidos informativos que forman también ilusiones y deseos de ser y tener. Esta situación es general en la aldea global intercomunicada. Las sociedades más sofisticadas generan también mayores expectativas y por ello tienen mejores mecanismos compensatorios. Las emergentes, como la nuestra, generan las expectativas sin los mecanismos paliativos. Los jóvenes de Londres tienen más claro el sentido de sus merecimientos que los egipcios, pero estos tienen más firme la voluntad de defender la libertad de tener opciones. Los de España y los de Chile manifiestan su enojo al enfrentar condiciones más estrictas en la vida profesional y en la educación. Este es el sentimiento que está detrás de estas manifestaciones, y no es nuevo, porque el modelo de creación de expectativas difundidas por medios masivos de comunicación se aceleró desde los años ochenta pasados. Lo que ahora es distinto son las herramientas de comunicación individual, la visión más global, y la facilidad para eludir el control de la información que los factores de poder inducen a las sociedades. Pretender detener el flujo de información en la Internet es un atentado a la libertad de nuestro tiempo. Sobre la red corren los programas que permiten la interrelación lateral y la creación de movilizaciones virtuales en torno a temas propuestos por las propias personas. Cuando una medida como esta es propuesta por la autoridad es un indicador de alarma intenso. Pasó en Egipto y ahora ronda el fantasma en Londres y en Santiago de Chile. Seguramente todo terminará en un episodio, y la inconformidad seguirá difundiéndose por los canales sociales de la red. Este fenómeno llegará a México. No sabemos bien si el detonador es la inseguridad, la indignación por la pobreza o por un evento de alto impacto. Lo que es cierto es que está llegando, y que en este caso entre más rápido se manifiesten mecanismos de expresión de inconformidad en la red es mejor, porque habrá más y mejores caminos para desahogar la frustración. El riesgo es que las autoridades puedan caer en la tentación de reprimir la comunicación.

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