lunes, 14 de junio de 2010

La guerra

Si hace algunos años hubiésemos leído en algún diario, que se presentaban dos matanzas con un grado de crueldad inusitada; que se vivía el día más violento en cuatro años con casi ochenta hombres asesinados; que nada se sabía del secuestro de un líder político del partido en el gobierno; que la xenofobia contra mexicanos en los Estados Unidos crecía luego de la muerte de un adolescente por las balas de la Patrulla fronteriza; y que en sólo unos días la delincuencia organizada había matado a un candidato, amenazado a cientos y lanzado una granada a una sede estatal del PAN. Que la justicia liberaba a acusados de crímenes incalificables y que los gobernadores aceptaban centralizar el mando de las policías municipales. Seguramente no hubiésemos dado crédito, o pensaríamos que se tratara de otra nación. Pero en el año 2010 esto es una realidad en el País y en las ciudades en donde vivimos. Estos son los hechos más desafiantes a los que se han enfrentado las autoridades desde el fin de la revolución mexicana. Estos hechos que ponen a prueba las instituciones están cambiando profunda y rápidamente nuestra forma de vivir. La calidad de vida de los mexicanos ha bajado por la inseguridad, el temor, la corrupción, la incertidumbre. La violencia induce a vivir lo inmediato, a concentrar el esfuerzo en plazos muy cortos. A ser reactivos. Ante eso debemos aceptar como primer paso que la situación en muy grave. Y actuar. Una de las acciones más importantes es como comunicar lo que la misma autoridad calificó como guerra. Hasta ahora la comunicación se ha hecho muy mal. Por desatinos, impericias, pero sobre todo por pretender inducir y quedar en evidencia. La credibilidad se ha deteriorado.

La mayor parte de los mexicanos ven esta realidad frente a una pantalla que parece reflejar algo ajeno. Es una realidad paralela que sucede en los medios de comunicación, pero que cada vez se acerca más. Muchos reaccionan negando la realidad mediante posiciones evasivas o incluso centrando la atención en otros temas. Pero al final llega la sensación de temor, la reflexión respecto al cuidado personal y de la familia.

Ante una situación como ésta, las autoridades deben aplicarse con toda responsabilidad explicando con claridad hacia dónde se dirigen las estrategias para que los ciudadanos las respaldemos.

Grave cosa el abuso de las herramientas de la comunicación para generar percepciones sin fundamento. Desengaño y frustración llegan tarde o temprano. Esto aplica igual al anuncio formal de la incautación de explosivos plásticos de gran peligro, que luego resultan ser parafina; que para la expectación interesada en torno al campeonato mundial de fútbol. Informar y orientar a la opinión pública no significa manipular y mentir.

Esperemos que en estas ideas estuviera pensando el Presidente Calderón al asistir al juego inaugural del Mundial en Sudáfrica. La expresión de su rostro decía mucho más que la desilusión de un empate del equipo mexicano que se aferra a la mediocridad. Seguramente había leído ya algunas tarjetas con los temas que citamos al inicio. Y quizá también pensó: ¿en que momento nos pasó todo esto?

Ahora todos nos preguntamos ¿cómo vamos a resolverlo?

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