domingo, 8 de enero de 2017

La nueva relación con Estados Unidos, más allá de la demagogia

El presidente electo de los Estados Unidos decidió poner sobre la mesa de la negociación una nueva relación con México. A partir de su retórica agresiva ha abierto la puerta para revisarla a profundidad. En primera instancia la decisión nos ha tomado por sorpresa y ha producido daños económicos, financieros, monetarios y en el clima social en nuestro país. Dada la profundidad de la relación que mantenemos, merece la pena detenerse a desglosar algunos de los principales rubros para ver en perspectiva lo que significa una revisión a fondo, para plantear una negociación ventajosa para México, aun con las asimetrías evidentes. La agenda bilateral está compuesta por los temas geopolíticos, los económicos, los de seguridad y aquellos que corresponden a los asuntos que impactan a una sociedad profundamente vinculada. Paradójicamente existe una profunda falta de información en ambos lados de la frontera sobre el alcance de nuestros vínculos, no solo en la opinión pública, sino aun entre los tomadores de decisiones. No es casual que el Departamento de Estado, califique oficialmente la relación con México como fuerte y vital. Para la seguridad interna, la frontera con México resulta una parte estratégica de su mecanismo de defensa. Por eso, más que la migración, que por cierto tiene años decreciendo, es la delincuencia y la inseguridad que produce, el tema de mayor importancia en los análisis militares que se han expuesto en Washington. La retórica de Trump respecto a la construcción del muro se origina en este argumento. Desde el punto de vista geopolítico, México es una parte esencial para la defensa del territorio y la población norteamericana. La seguridad interna de México, se ha convertido en un asunto que implica la seguridad de los Estados Unidos. Por eso la iniciativa Mérida, el instrumento de cooperación en materia de seguridad entre ambos países, está enfocada a mejorar el desempeño, policial, militar y del aparato de Justicia, que se encuentra en un proceso de profunda transformación en el ámbito penal. La homologación de protocolos y procedimientos es una tendencia necesaria para generar certidumbre operativa en ambos lados de la frontera. Y ese seguramente será un tema persistente en las negociaciones bilaterales. México debe asegurar niveles de control policial de la delincuencia, con el respaldo de los recursos técnicos y económicos de la iniciativa Mérida, es el punto de vista de los halcones de Washington; mientras que para los mexicanos se requiere mucho más respaldo y tiempo para lograr los resultados deseables en materia de seguridad. O lo hacemos nosotros en el corto plazo o nuestros vecinos habrán de actuar conforme a su propio interés. México debe proponer un plan concreto con objetivos precisos para fortalecer la cooperación técnica y táctica que permita retomar el control de las zonas en donde el estado de derecho se ha debilitado. Este objetivo es de beneficio para ambas naciones. Luego del tema de la seguridad geopolítica, está la relación económica que implica una dependencia de México en el comercio exterior, los mecanismos financieros y la movilidad de las personas. En este sentido, la demagogia se ha enfocado al discurso de la protección del empleo en Estados Unidos, con un mensaje dulce para los votantes y amargo para la realidad económica de México, en la que hemos perdido fuerza rápidamente, lo que genera una ventaja para negociar a nuestros vecinos. Sin embrago, la realidad económica es tan profunda a estas alturas, que puede dar lugar a satisfacer las tentaciones de la demagogia, si somos capaces de identificar la complementariedad que genere que ambas naciones sean más competitivas y fuertes. Esta visión se puede enfocar si volteamos a ver a un mismo adversario que no está en Norteamérica: China. En realidad el mayor desequilibrio comercial de EU es con ellos, y para colmo también lo tenemos nosotros. Es decir que si cambian las condiciones comerciales de EU y de México con China, el beneficio puede quedarse en nuestro continente. Para ello habrá que conversarse mutuamente de que no se trata de sumar o restar empleos entre nosotros, sino de producir valor conjunto que pueda tener presencia en todo el mundo. Eso crearía muchos más empleos en ambos lados de la frontera. Finalmente, en la agenda están los temas sociales que suponen la integración de millones de familias binacionales, de una minoría mexicana allá que evoluciona en su educación y capacidad económica, y el intercambio de personas entre fronteras más intenso del mundo. La negociación abierta por la nueva administración pude ser una gran oportunidad para fortalecernos en la seguridad interna, si asumimos los compromisos con decisión, y la ocasión de enfocar una política económica orientada a debilitar los desequilibrios comerciales con China, con una estrategia conjunta con EU y Canadá. Seguramente ahora mismo estos temas están sobre escritorios estratégicos en México y Washington. De lo que se acuerde va a depender en gran medida la paz y el progreso de las siguientes generaciones de mexicanos.

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