sábado, 31 de mayo de 2014

Justicia y Legalidad

Los antiguos griegos reconocieron como la principal cualidad de las sociedades civilizadas, la justicia. Los hombres sin justicia son llamados bárbaros por Ulises y el imperio de la justicia tomó formas divinas en la figura de Themis que con su belleza, sostiene la fuerza de la espada y pulsa la balanza para decidir sin preferencias con los designios enviados por Zeus. Obrar respetando los lineamientos divinos que se entregaban a los príncipes por la diosa era la principal tarea de la acción pública en la polis. Desde entonces la idea del orden o cosmos, se opuso a la del caos para significar que el respeto al orden justo es condición para la convivencia civilizada. La aplicación práctica de estos designios divinos devino en crear precedentes específicos que conformaron el nonos normativo. Las leyes humanas hechas sentencias y principios generales, que conformaron la esencia de la legalidad. Esta cultura de respeto a la justicia se cultivó por los filósofos al grado que fueron ellos quienes crean las primeras teorías de la justicia, que llegan a Roma junto al enorme bagaje mitológico y cultural proveniente de Grecia. Ahí con el espíritu militar y el ejercicio del poder en la clase romana, se estudian y recrean las instituciones, el nomos de la polis se convierte en el ius de la civitas. Justicia seguía siendo la principal cualidad del ciudadano romano, una justicia dura expresada en leyes. La obligación principal del romano era obedecer a sus leyes e imponerlas en todo el imperio, aunque se aplicaran normas locales para los pueblos dominados, para los romanos había una ley y una justicia propia. La llegada del cristianismo supone un enorme impacto en el sentido de la justicia, porque ahora la principal obligación del cristiano es obedecer la ley de Dios, quién ha expresado directamente sus disposiciones en las tablas y los mandamientos. Surge una separación entre la ley de Dios y la de los hombres. Dos grandes ámbitos de leyes que aun se mantienen la concepción judía y cristiana de nuestro tiempo. El orgullo de ser civilizado, que conoce la condición humana y se cultiva en el arte y la razón, pasa a la ciega obediencia de la voluntad divina. El hombre deja de ser el centro para ser ocupado por un Dios único invisible y todopoderoso. La tradición y la religión judeocristiana es de leyes. La principal disposición de Dios es jurídica: obedecer la ley. El principal contenido de la ley judía es el respeto y temor a Dios. El principal contenido cristiano es el amor. Ambos expresados en mandamientos. Con la llegada de la modernidad el hombre irrumpe en el centro una vez más y la justicia es plenamente racional, empírica, casuística, legal. El resurgimiento de la idea del ciudadano dotado de autodeterminación, valor y derechos propios de su dignidad, se da manteniendo la dualidad con un orden divino. La ley de la comunidad se convierte en la ley del estado nacional, la justicia en una medida de la corrección de la legalidad. Las normas se sistematizan, se codifican, se llenan de emprirismo para dar lugar al enorme ámbito de la legalidad estatal que ha de respetar al individuo libre. Y por otra parte está el ámbito del respeto a la ley de Dios. Del ámbito humano cuidan jueces y abogados, del otro sacerdotes y clérigos. Los ciudadanos ahora han de conocer y ejercer sus derechos. Hasta nuestros días se mantiene la discusión entre la legalidad y la justicia. Saber si lo justo es legal y si lo legal es justo es tarea cotidiana de legisladores, jueces y abogados en ejercicio. Las normas de la que nos dotamos no solo deben ser técnicamente coherentes sino esencialmente justas. La enorme complejidad normativa se ha convertido en un obstáculo al respeto de la dignidad y en una limitación enorme a la libertad. Por eso desregular y simplificar significa ampliar el espacio del hombre libre. Resulta indigno que la telaraña normativa envuelva perversamente el mundo de la familia, de los negocios, del ejercicio de la expresión y de la capacidad transformadora del hombre. El límite a esta capacidad está en el inicio del derecho y la dignidad del otro, y pretender establecer artificialmente límites planificadores artificiales es limitar la libertad. El hombre más justo, desde la antigua grecia hasta hoy, es el hombre libre.

sábado, 24 de mayo de 2014

GDL del futuro

La mayor aportación que los antiguos griegos hicieron a la concepción de las ciudades no se refiere a las formas, trazos, edificios o soluciones urbanas. Aun reconociendo la enorme belleza y sobre todo valor que significa el espíritu griego en la arquitectura y en el arte entero, lo más importante es la introducción del ciudadano libre. Como los héroes solitarios que describe Sófocles, era una especie de rey, casi un dios con figura humana que por derecho propio actuaba y buscaba mediante el ejercicio de la razón de “mantener una mano levantada frente al destino”. El ciudadano libre no le debía favor al príncipe, ahí se consagró com un ser dotado de todas las dimensiones humanas y para quién todas las partes de la vida están abiertas y son accesibles. Ese espíritu griego es el subyace en la construcción de las sociedades democráticas de nuestro tiempo. En la ciudad en donde impera la libertad el signo fundamental es que el espíritu repunte sobre el caos. El espíritu y no solo la razón. Es decir que la ciudad ha de ser el caldo de cultivo del crecimiento del hombre en plenitud y no solamente una cuadricula funcional eficiente. Es la confluencia del espacio público y el privado lo que conforma un clima social que fomenta o limita el crecimiento de la plenitud humana. Ciudades como la nuestra están llenas de vestigios de la lucha que se ha librado a lo largo de generaciones por dotar de orden, de eficiencia, de símbolos y aun de belleza a muchos edificios y espacios públicos y privados. Sin embrago, como ha sucedido en practicante todas las ciudades occidentales los muros y los signos que dividen y excluyen se hacen presentes de muchas formas. El pleno acceso a los espacios comunes, a los oficios que resguardan o muestran abiertamente el arte, la movilidad interna, el contacto con el entretenimiento y la facilidad para recibir información, y educación son lineamientos que deben marcar a las ciudades que albergan sociedades con vocación de conformar un estado social de derecho. En Guadalajara es necesario planear adecuadamente la edificación de espacios en los que puedan convivir personas de diverso origen, religión, capacidad económica y convicciones de una forma armoniosa y sencilla. Las ágoras de hoy son espacios dinámicos en las universidades, los bares, los restaurantes, las plazas, los teatros, los parques y las calles. Los espacios para dialogar públicamente son fundamentales para fomentar aquel talante que hace sobresalir el espíritu del caos. Que hace notar hombre por encima del contexto y que da brillo a las ideas sobre la simple experiencia sensible. Por eso el fomento de los usos mixtos e intensos de la superficie de la ciudad es fundamental. No por solo por un simple criterio de eficiencia que muestra ventajas en tiempo y recursos, sino sobre todo porque esa vida comunitaria que genera la conversación ciudadana dinámica en los espacios comunes es el motor para sentir orgullo de pertenecer a una comunidad dotada de identidad y capaz de proyectar al mundo un rostro rico, digno, propio. En Guadalajara debemos fortalecer la idea que en la ciudad viven hombres libres que son capaces de mantener la mano levantada ante el destino. Y capaces de hacer cosas trascendentes que van más allá de la circunstancia.

sábado, 17 de mayo de 2014

+ arte a GDL

No existe realmente el arte, solo los artistas afirmó Ernst Gombrich el prestigiado historiador del arte, muerto en 2001. Son precisamente ellos los que han marcado un derrotero en la creación de una civilización como la nuestra. Los artistas griegos impregnaron con sus obras a sus ciudades. Reflejaron en ellas un concepto de belleza inherente a lo humano. Plantearon proporciones, dimensiones y armonía geométricas. Crearon espacios en donde se vivió una experiencia sensible que no tiene comparación con otras culturas. Ahí surgió una nueva dimensión que ha perdurado a lo largo de los siglos en Occidente. Al colocar al hombre en el centro de su atención lograron una visión ciudadana en donde los pensadores y los artistas contaban con la libertad de crear y recrear las historias épicas que dieron sustento a su religión. Libertad para plantear explicaciones filosóficas que se difundían de forma horizontal en espacios citadinos como la Stoa, la Academia o el Liceo. El arte griego llegó a Roma donde fue reinterpretado con una visión más práctica y de ahí se fusionó con los conceptos cristianos. La atención a Dios de la edad media concentró la creación en ese eje hasta la llegada del renacimiento, cuando los artistas vuelven a colocar al hombre en el pedestal central. La belleza humanista se enriquece con la modernidad y se multiplica en la postmodernidad, con nuevas perspectivas y lenguajes. Las principales ciudades de Occidente (y ahora de Oriente) han dedicado especial atención a los espacios en donde se produce el arte y el pensamiento como a aquellos en los que se custodia y exhiben los legados que explican la civilización y nuestras culturas. No es casual que los museos y las universidades se conviertan en templos en donde se aprecia la creación de los artistas y pensadores. En Paris, Londres o Roma queda de manifiesta la importancia de estos sitios, lo que es adquirido y potenciado en Nueva York, Washington, y otras grandes ciudades americanas. En nuestro país la única ciudad que ha cultivado el desarrollo de estos sitios es la ciudad de México, en donde la oferta de museos y universidades tiene ese sentido de ciudad expuesta a la creación artística nacida en Grecia. En Guadalajara estos espacios son insuficientes para la perspectiva de gran ciudad que queremos. Desde hace apenas unos años se genera un movimiento para dotarla, pero la realidad es pobre. Espacios como el instituto Cabañas, el Museo Regional, el Museo de las Artes, las instalaciones de la Universidad de Guadalajara, merecen contar con mucho más para expandir a la sociedad el mensaje del arte y el conocimiento. La variedad de lenguajes mediante los cuales se expresan los artistas actuales obliga a contar con espacios escénicos, virtuales, y con capacidad innovadora para que la ciudad coloque en el centro de su atención a lo que pensadores y artistas crean aquí y en todo el mundo. Hoy los patrones de belleza se globalizan, pero al mismo tiempo adquieren mayor valor las expresiones culturales propias de regiones y países. La custodia y la creación de discursos que muestren el valor cultural propio que interactúa con el mundo es esencial para transformar nuestra sociedad. El estímulo a la creación y la difusión de las obras es signo de desarrollo y madurez de las ciudades. En la planeación de proyectos y en la asignación de recursos públicos estos temas deben estar presentes. Invertir en el hombre, en el arte, es la mejor inversión pública posible para las nuevas generaciones.

sábado, 10 de mayo de 2014

Mercado Corona

Las circunstancias se convierten en oportunidades. La desgracia lamentable del incendio del Mercado Corona en el centro de la ciudad abre la posibilidad de construir un nuevo edificio que cambie positivamente las condiciones urbanas de una parte estratégica de la ciudad. La demolición en marcha del antiguo mercado siniestrado que se concluirá en las próximas semanas dejara una lienzo blanco listo para perfilar una pintura trascendente. Lo que ahí se construya se convertirá en un símbolo de la visión de los tomadores de decisiones. Por eso es vital elevar la mirada para colocarla en el mayor nivel posible. Lo primero que hay que hacer es resolver la coyuntura de la atención a los afectados, pero al mismo tiempo y aun más transcendente es definir lo que se quiere para ese espacio. En ese sentido hay que decir con claridad que se trata de un espacio público íntimamente ligado a la tradición popular de los habitantes de la ciudad por generaciones. Así vistas las cosas es lógico pensar que una gran parte del nuevo proyecto se dedique a la construcción de un mercado que se convierta en un modelo de éxito desde el punto de vista social, económico y de identidad de la metrópoli. La definición de intención, uso, magnitud y vocación del proyecto debe ser definida por el Ayuntamiento. A partir de ahí habrá que convocar a un concurso de arquitectos para definir la solución que tengan más relevancia, valor y simbolismo. este concurso debiera invitar a los mejores arquitectos mexicanos y del mundo. Al mismo tiempo y a partir de ahí habrá que definir un modelo de negocio que permita la viabilidad financiera del proyecto y lanzar una licitación que convoque a los mejores constructores y realizadores del mundo para tener en el menor tiempo posible un nuevo mercado que marque el rumbo de la reutilización del espacio público con una visión amplia del futuro que refleje la identidad cultural de los tapatíos. Es vital que en el proceso de toma de decisiones se mantenga el más alto nivel de calidad posible en todos los aspectos. Por ello cada decisión que se tome debe considerar la importancia estratégica que puede tener un proyecto de trascendencia social incuestionable. Es una gran ovación para poner la vista en el horizonte y convocar a los mejor a participar en un proyecto que debe cambiar la vida del centro de la ciudad. Para que esto sea posible hay que obtener el condenso de los factores de poder que tienen la capacidad de influir en un tema como este. Hay que innovar en procedimientos y modelos de gestión que permitan que las miles de familias afectadas por esta pérdida urbana se reincorporen con éxito a sus actividades comerciales en el marco de un proyecto de gran calidad. Ahora confluye la voluntad del gobierno municipal, del gobernador y del gobierno federal. Ademas de muchos actores estratégicos como la Univerasidad de Guadalajra y la Camara Nacional de Comercio de la ciudad. El reto es crear las condiciones que permitan que en el corto plazo Guadalajara cuente con un nuevo mercado Corona que sea símbolo de valor,de compromiso y de éxito.