sábado, 23 de marzo de 2013

Juárez

Palabras de Luis Ernesto Salomón pronunciadas en la sesión solemne del Ayuntamiento de Guadalajara del pasado 21 de marzo de 2013. "Siempre he procurado hacer cuanto ha estado en mi mano para defender y sostener nuestras instituciones. He demostrado en mi vida pública que sirvo lealmente a mi patria y que amo la libertad. Ha sido mi único fin proponeros lo que creo mejor para vuestros más caros intereses, que son afianzar la paz en el porvenir y consolidar nuestras instituciones." Benito Juárez. Tengo el honor esta tarde de usar la palabra en nombre propio y del Ayuntamiento de Guadalajara, para enaltecer la memoria de un hombre universal, hecho a si mismo, un mexicano que con su obra política ha trascendido su tiempo y su patria. La solemnidad de la fecha obliga al homenaje civil al personaje nacido un día como hoy de 1806 en las áridas y montañosas tierras de la Antequera mexicana, quién forjara con su amor al pueblo y su fe en la justicia, una parte esencial de las estructuras del estado mexicano. En nuestra historia, Cuauhtémoc es el gesto, Hidalgo es la fe, Morelos es la acción y Juárez es la conciencia de la patria, como lo señaló José López Bermúdez, en la celebración del centenario de la constitución de 1857. Hoy, México vive la democracia republicana con el mismo talante liberal que implica el pluralismo, que anuncia reformas en las que seguramente el ideario de Juárez estará presente para recordarnos lo vital que resulta el respeto a la libertad y la dignidad de cada persona. Jalisco y Guadalajara han de tener en cuenta ahora el legado universal del modesto niño nacido en Guelatao. Siete años tenía Benito Pablo Juárez, cuando José María Morelos y Pavón entró montado en su corcel a Oaxaca. Su estancia fue breve pero provocó una leyenda rebelde que flotaba en aquellos valles, en Monte Albán, en Mitla y llegaba hasta el lago azul de Guelatao. Alguna de esas historias épicas de la independencia seguramente llegó a los oídos del niño huérfano, del humilde pastor de ovejas. Doce años contaba cuando tuvo su primer gesto con la lucha: al pasar frente a sí una partida en retirada de soldados insurgentes, que seguramente le evocaron la imagen de aquella grandiosa entrada de Morelos, el niño Benito decidió entregar una oveja a la tropa hambrienta, y la leyenda dice que al no poder explicar la falta del ganado a su tío y tutor, decidió fugarse de la casa de Guelatao y caminar a la ciudad de Oaxaca, para satisfacer su enorme deseo de aprender. En sus propios Apuntes, Juárez relata el dilema moral que, más allá de la leyenda, lo llevó a la decisión de marcharse “Era cruel la lucha entre estos sentimientos y mi deseo de ir a otra sociedad, nueva y desconocida, para procurarme educación” . Lo hizo como lo han hecho millones de mexicanos, de jaliscienses y de tapatíos que han emigrado en busca de mejores condiciones para sus familias. Juárez fue desde niño un emigrante indígena que quería entender y vivir en el mundo occidental. Lo consiguió de tal forma que trascendió no solo la tradición zapoteca, sino que comprendió la importancia de la cultura náhuatl, se asimiló en el crisol mestizo y se convirtió, como decía Cicerón, en un ciudadano del mundo. Juárez tuvo una enorme visión como estadista. Tomó decisiones cada día de su vida cuyas consecuencias nos alcanzan en la justicia, la seguridad, la educación y la vida civil. Supo que la vida urbana regiría el destino del mundo rural que se transformaría en simple proveedor, y que los mecanismos industriales necesariamente producirían concentración. Propició la actividad comercial, la banca y la industria aun incipiente. Debemos inspirarnos en su visión para impulsar medidas que hagan que Guadalajara sea cada vez más cosmopolita, más abierta al mundo, con más intercambio con otras naciones. Hoy la apertura es parte esencial de la libertad personal, de la economía y del desarrollo cultural. Pero regresemos a los doce años de edad de Juárez, quién Llegó a la ciudad a buscar afanosamente a su hermana Josefa, que era cocinera en casa rica. Luego de mucho andar la encuentra y abraza, se envuelven los dos en llanto, en la mansión del genovés Antonio Maza; quién generosamente le ofreció trabajo de inmediato, en tanto encontraba casa en donde quedarse definitivamente. Esa residencia era frecuentada por Antonio Salanueva, un convencido del bien hacer con la educación de los menores, quién lo protege e inscribe en la escuela. Su nuevo protector era terciario franciscano y encuadernador de libros, oficio que enseña al niño y con él llega la afición a la lectura de una lengua recién adquirida. Casi como autodidacta, ya que la instrucción entonces y allá, se limitaba solamente a aprender de memoria el catecismo, sin llegar al conocimiento de la gramática. En las tareas de ayudante de encuadernador llegaron a sus manos lecturas de San Pablo, de Tácito y otros clásicos griegos y romanos. Para los indios, como él, el único camino para adquirir formación era la carrera eclesiástica que ya le era sugerida por su padrino, como ya lo había hecho antes con sus consejos su tío Bernardino. Si como reza la frase origen es destino, su origen fue rebelde y su destino la lucha, pero siempre enmarcada en la ley y la justicia. Ahora a nosotros en Guadalajara nos toca rebelarnos contra la acción de la delincuencia mediante un trabajo tesonero de coordinación con las fuerzas de otros niveles de gobierno, siguiendo el pensamiento federalista impulsado vigorosamente por el indio de Oaxaca. Trece años tenía cuando el ejército trigarante entró a Oaxaca. El espectáculo que miraban sus ojos le produjeron seguramente pasiones patrióticas, al grado que al pasar la bandera frente a él, decide dar un paso al frente y avanza hacia el símbolo patrio al que besa en sus pliegues con la misma actitud que había aprendido al besar un crucifijo. Había llegado tres años antes a residir en la ciudad, aun vestía con manta, que cambiaría luego por la elegancia formal que exige la vida republicana, y por su gusto personal por vestir de negro, al que se refiere Henestrosa. El joven admiraba a José María Morelos, con su impactante imagen vestido de gala entrando a la ciudad y a quién descubrió plenamente al leer sus escritos políticos resumidos en los Sentimientos de la Nación. También admiración le producía Vicente Guerrero por su espíritu de lucha y humildad característica que le llevó a ceder ante Iturbide. Mucho tenemos aun que aprender de su actitud civil llena de nobleza, que contagiaba en todas las ceremonias públicas en donde estaban presentes nuestros símbolos nacionales. La sobriedad republicana con que honramos hace unos minutos a nuestro lábaro patrio, tiene ese espíritu de respeto con el que Juárez saludó con pasión a la primera bandera tricolor. Quince años contaba cuando ingresó al seminario como externo zapoteca y ahí logró su propósito de estudiar la gramática en latín. Se distinguió por su desempeño en las aulas en donde se ganó rápidamente el respeto de compañeros y profesores. Su padrino le impulsaba a que estudiara teología moral y abrazara la vocación sacerdotal, pero su deseo era otro, así que estudió casi furtivamente Filosofía, Artes y Teología pero en lugar de ordenarse obtuvo el título de bachiller. Meses después se inscribía en el Instituto de Ciencias y Artes en contra de la opinión de su protector. Ahí adquiere el tono liberal en sus pronunciamientos, ahí abreva de las lecturas de los franceses Voltaire, Rousseau, y Montesquieu, como de los norteamericanos franklin, Jefferson, Adams y Penn, seguramente todos puestos con las bellas encuadernaciones ya sabidas. Ahí cultiva la luz de la ilustración, se adentra en las claves que orientan y dotan de equilibrio, según yorkinos y escoceses. Ventisiete años tenía cuando vio culminada su formación de talante liberal adquirida en aquel Instituto, al obtener el 13 de enero de 1834 el ansiado título de abogado. El primero habilitado por los tribunales de Oaxaca. La formación laica se convirtió en una convicción que ha trascendido hasta formar parte de nuestro marco constitucional. Las reformas recientes a nuestro sistema educativo tienen también la inspiración juarista de la igualdad lograda a partir de la instrucción pública, al que citaba Reyes Heroles, que ahora podemos expresar en el derecho a una educación de calidad. Para entonces Juárez adquiría cierta fama pública, se declara distante de la jerarquía católica, pero cercano al clero regular, moderado es la palabra que quizá mejor le describe en esa etapa de su vida. Apenas recibido el título profesional es nombrado magistrado del Tribunal Superior de Justicia, pero el cargo dura poco, por la caída del gobierno de Valentín Gómez Farías y Juárez es expulsado de Oaxaca. Es obligado a ir a Tehuacán Puebla, aunque rápidamente regresa para dedicarse a su profesión de abogado. El partido Liberal que le había abierto las oportunidades estaba desorganizado ante el avance de los conservadores, por lo que decide actuar desde su bufete en acciones sociales, entre otros casos defiende a los indios del pueblo de Loricha, que se decían explotados por el cura, lo que le vale ir por primera vez a la cárcel. Treinta y siete años tenía cuando su vida personal se llena de plenitud amorosa en 1843 al contraer matrimonio con Margarita Maza, hija de aquel antiguo patrón quién le había recibido años antes. Los tiempos de vida matrimonial juntos los recuerda Juárez con enorme cariño, luego Margarita habría de luchar para poder encontrar al marido en medio de luchas, guerras, penurias e intrigas superadas por la gran compañera que siempre encontró la forma de llevarle a los hijos a quienes juntos profesaron inmenso amor. Aún después del dolor de la muerte filial. Cuarenta y dos años contaba al ser nombrado gobernador de su estado natal, mandato que culminó cuatro años más tarde cuando fue desterrado por el General Antonio López de Santana. Cuarenta y siete años tenía al llegar en destierro a Nueva Orleans, luego de haber pasado una larga temporada en La Habana, Cuba. Las penurias económicas le siguen y en la ciudad de Luisiana se dedicó a torcer tabaco, mientras Margarita cosía ropa ajena y se las ingeniaba para salir adelante con sus hijos. A los cincuenta años regresa a ser gobernador de Oaxaca y al año siguiente al expedirse la Constitución federal es designado ministro de Gobernación y en diciembre del mismo año Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Perseguido luego del Plan de Tacubaya en Guanajuato asume la presidencia de la República por ministerio de Ley. A los cincuenta y dos años un 13 de marzo, aquí en Guadalajara, el Presidente Juárez se enfrentó con los ojos a los cañones de las armas de un inminente fusilamiento impedido por la elocuencia y valentía de Guillermo Prieto quién vitoreo a Jalisco luego de gritar: los valientes no asesinan, en un episodio épico sucedido a unos cuantos metros de aquí en el palacio de gobierno. En esos salones de señorío republicano y liberal el Presidente Juárez proclamó nuevamente su amor al pueblo y su inquebrantable fe en la justicia con estas palabras: Pueblo de México: tened fe en la posibilidad de restableceros¡ un poco de energía, una ciega sumisión a la justicia, la proclamación de los verdaderos derechos, volverán a la República la paz¡ Con esas creencias que son la vida de mi corazón, con esta fe ardiente, único título que enaltece mi persona hasta la grandeza de mi encargo, los incidentes de la guerra son despreciables. ¡El pensamiento está sobre el dominio de los cañones y la esperanza inmortal nos promete la victoria decisiva del pueblo¡ Ahora hay que hacer resonar las palabras y repetirles a los criminales aquí y en todo México, con la fuerza del estado con la misma frase: los valientes no asesinan. Hay que poner la fuerza de la ley frente a los cañones de la impunidad. A los sesenta y un años al ser fusilado Maximiliano, en un frio diciembre es reelecto Presidente y se proclama la restauración del orden republicano. Quizá uno de sus mayores orgullos como estadista. Junto al ser designado en la tierra de Bolívar, en Bogotá, Colombia, como Benemérito de las Américas. Benito Juárez García se paseó por las calles de Guadalajara en momentos decisivos para nuestra Patria. En esta ciudad fue asediado por los enemigos, acosado por los traidores y protegido por los patriotas. En estas calles del centro avanzó su carruaje obscuro, que ahora está resguardado en el edificio de enfrente en el Museo Regional, santuario liberal que albergó al centro bohemio de artistas y políticos. Ese carruaje trasportó a un hombre que conoció profundamente la esencia del ser mexicano y se preguntó: ¿Por qué México, mi país, es tan extraño que está formado, a mitad y mitad, de una fuente inagotable de ternura y de un pozo profundo de bestialidad?. Ese sigue siendo nuestro México, quizá más moderno pero igual de profundo. A unos metros de aquí instaló la sede temporal del poder ejecutivo de la nación y dispuso medidas para el mantenimiento de las instituciones, convencido de que la democracia es el destino de la humanidad; y que la libertad es su brazo indestructible. Muchas de las casonas de aquellos tiempos aun están en pie como testigos de la enorme transformación que ha vivido nuestra querida ciudad. Como habría dicho desde su ladera Don Juan López Jiménez. Dan testimonio de los desafíos que tenemos quienes tenemos el alto honor de servir en este Ayuntamiento: por una parte la seguridad de las personas y sus bienes, que son amenazados por el crecimiento acumulado del crimen; y por otra la pérdida de habitantes, de hogares y de centros de trabajo en un municipio situado en el eje de una ciudad grande que debemos transformar en la gran ciudad metropolitana que llene de orgullo a nuestros hijos y nuestros nietos. Juárez nos inspira para orientar la lucha contra la delincuencia en el marco irrestricto al estado de derecho, con pleno respeto a la dignidad de cada persona, que aplique con rigor la fuerza de las instituciones a quienes generan violencia, envenenan a los niños y cometen todo tipo de crímenes que no deben quedar impunes. Por eso ha llegado la hora de dejar nuestras diferencias para respaldar la transformación de nuestro sistema policial, instrumentar un mando coordinado y contribuir en la formación de nuevas fuerzas en los estados y en la consolidación de la gendarmería nacional propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto. México ha de vivir tiempos mejores. Guadalajara tendrá cada vez más habitantes, será capital de la creatividad, de la cultura, de la mexicanidad, mediante acciones políticas coordinadas con el Gobierno del Estado y con la Federación, para impulsar el repoblamiento, la construcción de infraestructura que mejore la calidad de vida y contribuya a crear un ambiente limpio y sustentable. El ideario liberal supone también un amplísimo espectro pluricultural que conviva con respeto. Implica también seguir luchando para terminar con los privilegios que lastiman a los más pobres y cultivar el amor al pueblo con actitud cercana con todos, que nos permita sentir que las diferencias respetuosas nos enriquecen. Ese es el espíritu del Pacto por México que inspira también a la administración encabezada por el Gobernador Aristóteles Sandoval Díaz, quién impulsa un trabajo coordinado con los municipios y con todas las fuerzas políticas, que coloca el interés público por encima de cualquier privilegio particular. Sigamos a Juárez haciendo que el límite al poder sea la justicia, entendamos que no hay tampoco justicia sin ética republicana, las leyes son sagradas porque implican una aspiración moral de paz colectiva. Ese es el sentido que nos enseña con su obra reformadora. Esa corriente de filosofía liberal que ahora en nuestro tiempo recrean pensadores como Rawls y Dorkin. Había pasado mucho tiempo. Atrás había quedado Guelatao, Oaxaca, México, Guanajuato, Guadalajara, Paso del Norte, Tampico y por supuesto La Habana y Nueva Orleans. También pasaron las diferencias con la iglesia, con los Estados Unidos, con Francia, atrás las cartas de Víctor Hugo, la muerte de su hijo, la de miles de mexicanos, atrás la figura señera de Morelos entrando a Oaxaca y su reverencia y aquel beso a la bandera. Sesenta y seis años contaba cuando la muerte le sorprende en Palacio nacional un 18 de julio de 1872. Había valido la pena una vida el no intentar quedar bien con todos, y el someter su rebeldía al imperio de la ley. 207 años han pasado. Con su vestimenta negra, con su sobriedad al hablar, con su pasión republicana Juárez es la conciencia de la patria. Juárez vive en Guadalajara. Muchas gracias

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